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Por Edelmira Cárdenas

Las sensaciones agridulces de la vida son un componente mágico para sentirse vivo. Uno de mis sueños juveniles fue estudiar en la UNAM pero estaba tan lejos, con cientos de kilómetros de por medio, y una situación económica precaria impidieron la cristalización de este proyecto. 

Hoy, varios años después, estacionarme en la máxima casa de estudios, tomar mi libreta y caminar hacia pasillos centrales fue una sensación indescriptible. Pocas veces me quedo sin habla. Solo deseaba recorrer con la vista el entorno, respirar el aire estudiantil, y acomodarme en un pupitre dentro del aula.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.