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Por Edelmira Cárdenas

Nuestro diálogo interno muestra el maltrato que ejercemos para no conectar con nuestra sexualidad. Hablamos de lo malo, lo insatisfactorio, lo contenido, y reprimido, pero no hacemos un esfuerzo por reconocer y agradecer lo que sí tenemos. Por siglos se sembró en la conciencia colectiva que permanecer en penitencia era parte del castigo de quienes deseaban lo gozoso, lo pecaminoso, sucio, y vulgar. Tal parece que para poder acceder a su propio placer o complacencia era necesario iniciar un proceso de exorcización de sus impulsos terrenales o deseos carnales. El silencio, sometimiento, y apatía, han sido los artífices de la vida sexual de miles de mujeres en nuestro país.

Pareciera como si lo anterior hubiera sido sacado de la literatura de hace siglos. Sin embargo, es muy difícil poder contactar con una sexualidad integral si se insiste en invisibilizar nuestros dolores, violencias, e inseguridades. Conciliar en el terreno sexual, no ha sido tarea fácil, quedaron sembrados huellas difíciles de reparar, y temas que apenas podemos hablar. La gran mayoría de las mujeres se dedicaron a construir la vida de todos, menos la suya.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.