Por Edmée Pardo
En un discurso todo cuenta: el lugar, la vestimenta, el público, el lenguaje corporal, la entonación de la voz, las pausas estratégicas, el público y, por supuesto, el contenido. Hay discursos improvisados, planeados, breves, efectivos, aburridos, formidables, históricos, ejemplares. Un discurso político para una toma de protesta es el texto mejor planeado de la historia. A veces, participan varias manos en su hechura, pues se requiere toda una habilidad para encontrar el tono al mensaje, de acuerdo con el público, y que haga su efecto. Cuando un discurso dura 44 minutos, ya lleva el tiempo en su contra (dicen quienes saben que el lapso de atención máximo es de 21 minutos), y si aun así mantiene a los escuchas interesados, ya es todo un logro.
La verdad es que me gustaría hace un análisis sesudo, literario y político, del discurso: su estructura, el eje rector, el mensaje. Pero a pesar de ser crítica de la 4T y no haber votado por Claudia, el discurso logró un efecto en mí. Desde antes de que empezara a hablar ya estaba yo movida al ver a las cadetas, al imaginarme a la mamá de Claudia y ver a su hija convertirse en presidenta, al imaginarme estar en los zapatos de Ifigenia Martinez y llegar a este momento histórico. Ahí, en esa imagen en la que una mujer mayor y enferma, literalmente cansada de luchar, entrega la banda presidencial a una mujer madura y plena de energía, como símbolo del trabajo que se ha hecho para estar en lugares de decisión y la renovación que eso significa, está la razón de mi entusiasmo.
La presidenta leyó, a buen ritmo y con buena entonación (habilidades que el mandatario anterior carecía), una carta de buenos propósitos y deseos de los que no explica la manera de realizarlos. México logrará un montón de virtudes gracias a su gobierno, y ya tendremos seis años para negarlo o celebrarlo. Pero cuando habla de la necesidad de ponerle la A a la palabra presidenta para poder nombrar la fuerza de las mujeres casi se me aguada el ojo. Repito aquí una breve parte:
“Después de al menos 503 años, por primera vez llegamos las mujeres a conducir los destinos de nuestra amada nación; y digo llegamos porque no llegó sola, llegamos todas…. quiero reconocer a todas las heroínas anónimas, a las que con nuestra llegada a la presidencia hago aparecer. A las que lucharon por sus sueños y lo lograron; a las que lucharon y no lo lograron. Llegan las que pudieron alzar la voz y las que no pudieron. Llegan las que han tenido que callar y luego gritaron a solas… Aquí están representadas las mujeres indígenas; las trabajadoras del hogar; las bisabuelas que no aprendieron a leer y a escribir; las tías que encontraron en su soledad la manera de ser fuertes… Llegan las que soñaron con la posibilidad de que algún día, no importaría si naciéramos siendo mujeres o hombres, podemos realizar sueños y deseos, sin que nuestro sexo determine nuestro destino. Llegan ellas, todas ellas, que nos pensaron libres y felices.”
Lo copio y lo vuelvo a leer. Lo leo y me vuelve a conmover. Eso quiero yo para todas las mujeres, la posibilidad de ser libres y felices, qué palabras tan poderosas. Que todas podamos decidir nuestro destino e incidir en el de nuestra comunidad. Que así sea.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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