Por Edmée Pardo
¿Quién enseñó a leer a los Reyes Magos que entienden todos los idiomas, saben del alma de los niños, sus luces y sus sombras, y comprenden mejor que nadie las rutas del cielo?
Según se deduce por los textos bíblicos, Gaspar venía de Mesopotamia por lo que su idioma debió haber sido el arameo. Melchor, que venía de Persia, podía haber hablado griego, el idioma predominante para el comercio y la diplomacia; Baltasar, relacionado con África del norte, podría haber hablado árabe antiguo. Pero como eran eruditos, probablemente fueran políglotas que se entendían entre ellos y muchos otros, lo que refleja la universalidad de su misión: llevar la buena nueva a todos los rincones del mundo.
Pero, ¿de dónde viene esta tradición de escribir una carta a los Reyes Magos y enviarla a donde residen, sea donde sea, para pedirles regalos? Un gran ejercicio de lectoescritura, quiero hacer notar. Aunque no está muy claro, en el siglo II y III la figura de los Reyes se popularizó junto con el Evangelio según San Mateo que los menciona; en la edad media adquirieron verdadera notoriedad en las celebraciones de la epifanía y ya en el siglo XIX la tradición, en España y Latinoamérica empieza a documentarse. Para el día de hoy, sobra decirlo, es sobre todo una estrategia comercial.
Quiero acordarme de la primera carta que escribí a Los Reyes Magos. Lejana escucho la voz de mi madre, en la mesa del comedor; yo, con papel, lápiz y goma a la mano. ¿Cuáles eran mis deseos? Quizá fue la primera vez usé los dos puntos después de Querido Reyes, la primera vez que me senté a escuchar los deseos qué venían de mi corazón. No puedo recordarlo con precisión pero sé que en algún momento quise una jirafa que viviera en el jardín, cosa que nunca sucedió; y en algún otro momento quise un conejo, que sí llegó y murió ahogado en la cisterna del jardín. Cuando me operaron de las anginas, a los 7 años, estaba en el hospital con mi mamá. Me encantaba verla pintarse los labios y en esa ocasión me puso un poco de color porque ya era grande, me habían operado por primera vez, y estaba en edad de saber que Santa Claus, a quien también escribía cartas, eran mis papás. No sé si ya algo sospechaba, pero el orgullo de llevar brillo en los labios hizo que la noticia no fuera un golpe. Sin embargo, nunca sospeché que detrás de los Reyes Magos también estuvieran ellos, eso lo descubrí cuando dentro de mi zapato encontré una carta dirigida a mí, con un vale por una chamarra, con la letra inequívoca de mi mamá.
Si hoy le escribiera una carta a los Reyes Magos, qué le pediría, me pregunto. Lejana escucho la voz de mi madre. Tomo una hoja simple, un lápiz y sueño con dos palabras: conciencia y plenitud para todos.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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