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Cuando una persona comprende lo que dice el hablante de lengua de señas, ¿está leyendo? Cuando cualquiera entiende las palabras de otro con solo ver el movimiento de sus labios, ¿está leyendo? Cuando alguien mira las líneas de la mano y suelta una narración casi articulada, ¿está leyendo? Cuando una más distribuye naipes sobre una mesa y cuenta una historia a partir de las cartas, ¿está leyendo? Dicen los entendidos que eso no es leer, sino interpretar. Pero, ¿que no también estamos interpretando cuando leemos gráficos y letras, como lo hacemos ahora mientras pasamos la vista por estos renglones?

A pesar de que suponemos que leer es una actividad comprendida y practicada por una inmensa mayoría, vale la pena preguntar: ¿de qué hablamos cuando hablamos de leer? En el entendido de que ser alfabeta y enunciar palabras no nos hace lectores.

Dice la RAE que leer es comprender y decodificar mediante la vista, los oídos y el tacto un texto. Un proceso que, al ser personal, cada quien lo realiza a su manera. Es decir, leemos el texto desde la persona que somos, y en la bonita combinación de algo exterior y objetivo pasado por el tamiz interior e individual se produce el fenómeno de la lectura.

Si hacemos el paralelismo con lo que sucede con un músico se aclara esto que quiero decir.  Imaginemos a una violinista mirando las hojas que están sobre el atril, a punto de hacer sonar su instrumento. Se concentra en los trazos que decodifica como notas y lee la partitura. Pero al mover las manos y producir sonido está interpretando la pieza. En resumen, leemos para interpretar.

Por eso cuando se interpretan los rasgos faciales de una persona para perfilar su personalidad se dice que se lee el rostro. O cuando se descifra la posición de las estrellas se habla de la lectura de la carta astral. Cada quien lee el abecedario que conoce: romano, griego, hebreo, cirílico, químico (y un largo etcétera), en la enorme cantidad de textos distintos que producen esas gramáticas y en las también múltiples capacidades que tenemos de decodificar esa escritura, desde el momento particular de vida del leyente. Leemos distinto el mismo texto en diferentes momentos de la vida.

Y hasta aquí todo va bien. Ya sabemos que leer es mucho más que producir el sonido de un dibujo y articular el sentido que propone el conjunto de palabras que forman un discurso.

Leer es una experiencia pluripotencial. De ahí su belleza y también su riesgo. La lectura implica el despliegue de inteligencias para dilucidar la situación de una gramática cualquiera y también es la justificación de mentes obtusas para crear una realidad alterna a la que se vive. Por eso leemos los síntomas de un cuerpo como la sintaxis de la salud o la enfermedad, o interpretamos los índices estadísticos como la expresión de una narrativa social.

Nunca como hoy la responsabilidad de crear lectores y no solo alfabetas, gente crítica que sepa decodificar un texto, porque no saber leer produce errores enormes que crean la historia de un país que muchos no deseamos.

@EdmeePardo

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