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Por Edmée Pardo

Tantísimo ruido alrededor del cáncer: historias personales, dolor, triunfos, economías despedazadas, revelaciones, solidaridad, avances médicos, farmacéuticas diabólicas, fundaciones, imágenes de sufrientes, procesos dificilérrimos, premios nobel, métodos alternativos, tragedias subastas para recaudar fondos, milagros, películas, sobrevivientes, estadísticas, testimonios, libros…  sobre todo en este mes de octubre.  ¿Por qué se habla tanto del cáncer, por qué es una enfermedad tan protagónica cuando las hay peores, mejores, más caras, incluso prevenibles? ¿Qué tiene tan notable este crecimiento anormal de células con su código de inmortalidad?  

He publicado cinco libros para mayores de ocho años sobre el cáncer, estoy tratando de hacer literario el texto que escribí en la agonía de mi madre después de 11 años con cáncer  (no sé si lo logre), escribo este texto a las 6 de la mañana, en unas horas iré al Senado  a celebrar con Eufrosina Cruz, la política mixteca que admiro, los 10 años de El brasier de mamá ahora traducido al mixteco.  Yo tampoco dejo de rondar el tema, como parte de un llamado, como parte de una causa, como parte de un remolino social que no para y menos en estos días rosas.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.