Por Edmée Pardo
Les llamaban pitonisas a las mujeres que eran canal humano del oráculo de Delfos, en la antigua Grecia. Son la versión primera de lo que hoy se llama vidente o clarividente: una persona que conoce el futuro mediante los medios que mejor le parezcan: cartas, runas, café, estrellas, presencia de animales, manos… Personas conectadas con los dioses y cuyas revelaciones podrían ayudar a los consultantes a dirigir sus esfuerzos de mejor manera. Finalmente, para eso se consultaban, para tomar decisiones no al azar sino inspiradas en lo divino. Las relaciones con lo sagrado se han debilitado a lo largo y ancho del planeta, y muchos de los que se llaman a sí mismos iniciados son farsantes cuando no delincuentes, por lo que nos encontramos con muy escasas fuentes confiables, si las hubiera. A 500 años de su nacimiento, hay quienes creen que el profeta francés, Nostradamus, vaticinó con exactitud el fin del mundo y que este 2024 el cambio climático y las guerras entre naciones son exactamente como él lo escribió. Hay otros que retoman el cargo, como Craig Hamilton (61 años), un inglés que se autonombra el Nostradamus Británico, y que según sus allegados vaticinó el covid-19 y el Brexit y que predice el 2024 como una cosa de horror por desastres naturales en Estados Unidos, además de la reelección de Trump. Falso o verdadero, de cualquier manera, la incertidumbre en la vida es un diablo y queremos una guía basada en certeza. Por eso, quizá, hasta hay congresos internacionales de profetas, a ver si se ponen de acuerdo.