Por Edmée Pardo
Desde hace muchos años padezco insomnio. Mi calidad de sueño va de regular a pésima, según la época. Es rara la noche que duermo de corrido, como vi que sucedió a mi abuelo y también sucede a mi padre. Si ellos lo sobrevivieron, yo también, me dije mucho tiempo; pero la verdad es que hice normal algo no debiera serlo e inicié una larga batalla contra no dormir. He aprendido a usar la vigilia nocturna para descansar con posturas, meditaciones y frecuencias cerebrales. He intentado casi todos los métodos existentes para combatirlo: desde cierto tipo de respiración hasta fármacos. He consultado neurólogos, hipnotistas y chamanes. Me he movido por los terrenos de lo biológico, lo psicológico, lo emocional y lo metafísico. Mi anhelo es que la noche sea un bloque ininterrumpido, que abra los ojos después de ocho horas de descanso profundo. Ahora estoy averiguando mi salud metabólica con base en el índice glucémico y mi temperatura corporal para saber si por ahí hay una pista y posible respuesta a mi mal. La hipótesis es que altos niveles de glucosa en sangre y mal control de azúcar están relacionados con mala calidad del sueño.