Por Edmée Pardo
Mientras yo veía el último atardecer del año maravillada con el disco que incendiaba el horizonte marino, mi nuevo sobrino, pareja de mi sobrina de siempre, estaba concentrado en la transmisión del futbol americano. El primero de enero, que yo llamo el día semilla del año y hago un poco de todo lo que quiero que suceda en el ciclo que empieza, él tenía su atención completa en las semifinales de los playoffs del futbol universitario cuyos ganadores pasarían a la final del título nacional del futbol americano colegial. Son los famosos Rose y Sugar bowl, Orange y Cotton bowl; Fiesta y Peach bowl, dependiendo del año en turno. Mientras yo escribía, hacía pan de maíz, guisaba pescado en salsas negras con frijoles y ofrecía flores al mar, escuchaba pequeños gritos emocionantes y celebratorios por parte suya.
¿Qué es lo que tanto te gusta del americano?, pregunté al día siguiente. Es un ajedrez en movimiento, con múltiples tiradas simultáneas y con más de un cerebro que las interpreta; es emoción y estrategia, es habilidad física y entendimiento de jugadas, es saber leer la ofensiva y reaccionar en el momento. Sus ojos brillaban y la velocidad de sus palabras iban en aumento conforme hablaba. Entré en shock. El juego de futbol americano se lee y apenas el primero de enero del 2024 me fui enterando. Otro tipo de lectura en la que soy absolutamente analfabeta. No tengo vocabulario ni contexto. No tengo referencias ni necesidad. ¿Cómo que se lee?, pregunto incrédula.