Por Edmée Pardo
Todos hemos oído hablar del libro club, círculos de lectura o club de lectores como una forma social, relativamente moderna, formada por agrupaciones de individuos libres que se juntan para hablar de libros, autores y de su experiencia lectora. Si bien han adquirido popularidad en las últimas décadas, en el siglo XVII ya se practicaban veladas literarias y tertulias; y en los dibujos de las vasijas griegas constatamos sus inicios cuando alrededor de un lector se reunía un grupo de oyentes. Y es que la lectura, desde el principio de los tiempos, más que ser una actividad personal y solitaria, es un hacer social.
Pareciera que el objetivo de dichos clubes, el día de hoy, es fomentar y dinamizar la lectura en la medida de que, al establecer periodicidad y temáticas de interés, los participantes se obligan voluntariamente a cumplir con el objetivo que se hayan planteado. La motivación para terminar un libro al mes o cada quince días es fundamental para cumplir ese deseo de retomar el placer de leer, pero que por razones de la vida cotidiana pasa a un último lugar. Si bien esto es cierto, yo creo que los alcances son mucho más amplios.