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Por Edmée Pardo

La madera es árbol muerto, lo que queda de lo que un día fue verde y agua, tronco y follaje, una pizca de  bosque.

Este año he leído libros donde los árboles son el centro de reflexión, personajes y metáforas. En esta búsqueda de referencias vegetales en la literatura me topé con El libro de la madera y los 16 árboles del Somme  del noruego Lars Mytting. Libros que hablan de árboles muertos y su legado: la madera que se convierte en fuego, fuente de energía, mobiliario, construcción.  El primer libro cuenta breves anécdotas de personajes varios, alrededor de los bosques, con pequeños consejos prácticos que incluyen cómo conocer qué tipo de persona sé es de acuerdo con la manera de apilar la leña; y en el segundo teje una novela negra en un contexto histórico a partir de la batalla del Somme.  Qué gran descubrimiento leer sobre la madera, pensé, para después preguntarme ¿se puede leer la madera?

Escribo en Google leer la madera y salen tres videos de maestros carpinteros, pausados, expertos y amantes de la materia con la que trabajan. Para usar la madera, para crear en ella y con ella, hay que leerla, seguirla, moverse hacia donde sus vetas piden.  Aún muerto el árbol, la madera es materia viva en las manos de quienes la tocan. Hay maderas preciosas, más valiosas que otras por únicas, viejas, y el trabajo que guardan. Hay maderas olorosas, como la de Olinalá; maderas  suaves, como el pino y el abeto; maderas duras como el roble, el castaño, el arce. Hay maderas para interior, para exterior, para mobiliario, para construcción, para instrumentos musicales, para armas, para medios de transporte como trenes, barcos, aviones.  Y para cada cosa hubo manos y ojos que entendieron al árbol, dónde y cómo cortarlo, transportarlo, y después leerlo para convertirlo en madera, leña, carbón, mueble, caja de resonancia, arma. 

Las vetas son el dibujo que asoma en la superficie del tronco una vez cortado, indican la dirección en la que las fibras del árbol crecieron y por tanto la manera de trabajarla; puede haber dos troncos de la misma especie, pero con vetas completamente distintas. Así, no solo cada especie sino cada árbol, es su manera única de ser, pide movimientos distintos. Existen vetas rectas, irregulares, diagonales, espirales, entrelazadas. Los carpinteros y ebanistas ven en ellas nudos donde crecieron ramas y crean tornados, catedrales, sonrisas, sonrisas volteadas, que  cortar, aplanar, lijar, pulir.  Las vetas pueden dar fuerza a la estructura o belleza al mueble.  Hay vetas con olas, con picos. Los maestros dicen cosas como “seguir el camino del pico de la catedral a la sonrisa”, un poema para quien ignora que es el léxico de algo tan concreto como su tabla de madera. Hablan de quebrar fibras o células, cuando interfieren con ella. Ir con la veta, a favor de ella, para no crear astillas o asperezas, ni generar virutas rotas de fibras quebradas.  Piensan en cómo favorecer o desfavorecer según el dibujo y la mano que la trabaja, escuchan el sonido que canta con las herramientas. 

Antes de trabajar la madera, se necesita leerla, ver la veta y dejarse guiar para saber hacia dónde ir.

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@EdmeePardo

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