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Por Edmée Pardo
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En México, se dice que la noche del primero de noviembre se abre un portal dimensional para que los muertos puedan regresar al mundo de los vivos; justo en esa fecha es cuando sucede la celebración del día de muertos. En Estados Unidos, lo mismo ocurre el 31 de octubre, una noche antes. La palabra Halloween es una abreviación de All Allows eve, la noche en la que seres de ambas dimensiones son bienvenidos. Es interesante que aquí se pone un altar con velas y comida, y en Estados Unidos  a los muertos (encarnados en niños disfrazados de brujas y fantasmas) se les regalan dulces.  De lo cual dos cosas concluyo: en efecto en esos días  hay una comunicación  más viable entre los dos mundos; y la segunda: es que en el más allá comida, esa de rechuparse los dedos, no hay y tienen que regresar por ella. Ya sea por tamales o dulces, los muertos visitan los lugares donde vivieron,  saludan a sus amados, dan algunos sustos  y antes de que cierre el portal, regresan al mundo de las mayorías.

El camino de flores los guía al altar, donde están sus fotos y sus cosas favoritas para que identifiquen sin duda alguna dónde son bien recibidos. Encontrarán agua para apaciguar la sed,  luz para iluminar su visita, sal  e incienso para purificar y alejar a los espíritus malignos, papel picado para alegrar la noche, pan de muerto redondo y con azúcar para simbolizar el ciclo de la vida y la dulzura del encuentro, cráneos de chocolate y azúcar para que sea una reunión festiva, y  quizá alguna clavera  escrita a mano para leerles a ellos.

La verdad es que dudo que alguno de mis muertos necesite de las cosas con las que decoro el altar, pero yo sí necesito acordarme de ellos y honrarlos como se hace en mi país. Unos días antes abro la caja donde guardo las fotos y la utilería que uso para esta fiesta, acomodo las cosas y me siento ahí un rato solo para recordarlos a la luz de las velas con una copa de tequila o mezcal. 

Para cada muerto habría que escribir una calaverita literaria, con humor y picardía, de cómo la muerte vino por ellos, buscando cierta métrica y rima. Recuerdo que en mi escuela se hacían concursos de calaveras  para personajes famosos, profesores y compañeros, siempre pensando en características muy identificables, físicas y situacionales de las personas. El objetivo era familiarizarse con el momento de la muerte, de que no fuera  cuestión de llanto, y de entender  que todos tendremos un final tarde o temprano.   Y pues como este grupachón de mujeres y lectores no estamos exentas de ese evento aquí va una calaverita para nuestra comunidad. 

La Catrina, muy curiosa,

se metió a OPINIÓN 51,

"¿Qué tanto escriben estas?

¿Qué las hace tan distintas?"

Con pluma y mucho coraje,

hablan del país entero,

de injusticias, desmadres

y de algún tema sincero.

“¡Ay caray!”, dijo la flaca,

“Estas mujeres tan listas,

no me dejan llevar nada,

¡ni una frase pesimista!”

Y con todo ese poder,

la Muerte tuvo que huir,

"Si opinar es su placer,

¡ni yo las voy a impedir!"

✍🏻
@EdmeePardo

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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