Por Edmée Pardo
¿Cómo hacen las aves para encontrar su camino a través de océanos, desiertos y montañas, sin mapas ni brújulas, sin palabras que las guíen? Leyendo. Suena increíble pero las aves leen. Es la mejor manera de explicar esa capacidad innata que poseen para orientarse en el mundo, un don que va más allá de la inteligencia y que les permite percibir e interpretar las rutas de la tierra y el cielo. Una forma de lectura que se hace con una asombrosa combinación de instinto, memoria visual y olfativa, y habilidades sensoriales que evolucionaron a lo largo de millones de años.
Uno de los principales mecanismos que las aves utilizan para navegar es el campo magnético terrestre. Este campo, invisible e imperceptible para nosotros, es un mapa sutil que las aves pueden leer con sus cuerpos. Se dice que algunas especies de aves migratorias tienen en su cerebro y en sus ojos células especializadas que contienen partículas de hierro que actúan como pequeñas brújulas, permitiéndoles sentir la orientación del campo magnético y ayudándolas a volar en la dirección correcta. También, como antiguos navegantes, las aves migratorias usan patrones estelares para trazar su curso. Durante la noche, ajustan su vuelo basándose en la rotación del cielo nocturno, recordando las posiciones de las estrellas y alineando su ruta con ellas. Durante el día, lo hacen conforme la luz solar cambia de posición, una hazaña que implica memoria precisa y una comprensión del paso del tiempo.
Algunas aves, especialmente las que realizan migraciones repetitivas, recuerdan los paisajes que atraviesan. Montañas, ríos, costas y otras formaciones geográficas son como puntos de referencia que las ayudan a seguir su curso. Incluso recuerdan aromas y sonidos de lugares específicos, trazando un mapa multisensorial en sus mentes que les permite navegar sin error. Quizá el ave que más me ha impresionado es aquella que va soltando las semillas del fruto que come para que a la siguiente migración hayan germinado y tengan que comer, así van plantando su alimento el año anterior y siguen la ruta de sus siembras. Los vientos y las corrientes de aire también son parte de este complejo sistema de orientación y sus alas aprovechan las corrientes favorables o corrigen su curso si el viento las desvía.
En muchas especies estas habilidades no son simplemente instintivas, sino también aprendidas. Las aves jóvenes, al volar por primera vez, siguen a las más experimentadas, observando y memorizando las rutas. Con el tiempo, estas rutas quedan grabadas en su memoria, y luego ellas mismas liderarán a futuras generaciones a través de los cielos.
Las aves, en su travesía, cartografían el mundo de maneras que siguen investigando y en su vuelo nos recuerdan que la naturaleza tiene un alfabeto solo que ellas pueden leer.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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