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Por Areli Paz
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Mentir: tabla de salvación cuando no se entiende la realidad.

Mentirse: incapacidad mental, física y emocional  de reconocerse en la realidad.

Libertad: buena o mala  decisión sin caducidad y con alta responsabilidad.

Ya  no hay espejo que refleje la verdad desde Palacio Nacional. 

El gobierno ha logrado construir un reflejo distorsionado de acuerdo a sus intereses, pasiones, resentimientos y autoritarismos. 

La imagen de un hombre honesto que luchó por llegar a la presidencia  para “salvar” a los pobres,  se ha diluido en litros incontables de saliva, en las amenazas veladas y malas decisiones. 

El resentimiento siempre será un mal consejero, es el veneno de los que no logran superar sus vacíos y responder asertivamente a la adversidad. 

Una cajita de Pandora que cuando se abre delata lo bajo, ruin, cruel o absurdo del deseo no cumplido. 

Han logrado sembrar  que la verdad sea un lujo de conservadores o adversarios. 

Que la verdad sólo es válida cuando es “su verdad”. 

Se ha institucionalizado la mentira, lo absurdo o lo ilegal. 

Se justifica la corrupción, el nepotismo, el influyentismo, el amiguismo o una red de tráfico de influencias si eres Andy o Bobby.

Dice que no quiere violar la Constitución y la viola flagrantemente cuando le entregó las aduanas a la Marina,  cuando reveló datos personales de un periodista o la burda intromisión en el proceso de sucesión presidencial. 

Dice que las remesas millonarias son éxito de su gobierno, cuando en realidad la llegada de más capital revela que de este lado no alcanza y se tiene que echar mano de recursos que se producen en otro país. 

Dice que la seguridad del país va bien, pero en Chiapas pobladores denuncian que los propios militares dan servicio al crimen organizado. 

Dice que hay medicinas en la megafarmacia, pero surten 67 recetas en 14 días. 

Dice que es el gobierno más feminista pero desprecia las manifestaciones y blinda su Palacio en cada movilización.

Dice que cuida el medio ambiente, pero destruye la selva para construir un tren que no jala.

Dice que no le gustan los linchamientos, pero cada mañana recuerda el nombre de algún periodista que ha cuestionado sus resultados o exhibido la corrupción de su sexenio.

Dice que respeta al que piensa diferente.

Dice que respeta la libertad de expresión pero desprecia  o descalifica el trabajo de un periodista pidiendo que le diga cuánto gana. 

Aunque  López  Obrador insiste en decir que no censura a nadie y que no levanta el teléfono de su oficina para pedir a empresarios que limiten a los periodistas, la persecución es pública cada mañana y abusa del poder que ostenta. 

La voz de un periodista es indispensable, claro, de los de verdad. Si callan a un periodista, se puede callar a todos. 

Vivir en el autoengaño es decisión de vida, falta ver que los votantes decidan si el autoengaño es lo que necesitan durante los siguientes 6 años. 

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@AreliPaz

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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