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Por Fátima Masse

Los Juegos Olímpicos de París abrieron con una inauguración impresionante que yo resumiría como una “oda a la inclusión”. De los múltiples momentos memorables de las más de cuatro horas que duró el evento, lo que más me impactó fue el espectacular regreso de Céline Dion

Prácticamente al final, Céline cantó sobre la Torre Eiffel la canción Hymne À L'Amour de Édith Piaf. ¡Impactante! Su voz, sus tonos, la fuerza con la que canta. No soy crítica musical, pero sentí la piel chinita en cada segundo. No solo por la interpretación tan emotiva, sino por lo que implicó verla en un escenario después de haber sido diagnosticada con el síndrome de persona rígida en 2022

Por un lado, creo que el hecho de que Céline haya cerrado la inauguración, dada su enfermedad, fue parte del mensaje que querían mandar los organizadores de París 2024 respecto a la diversidad y la inclusión. Pudieron haber escogido a cualquier otra cantante, a alguna que no tuviera el riesgo de cancelar por alguna crisis. Sin embargo, no lo hicieron y le dieron la oportunidad de salir y dar lo mejor de sí misma. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.