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Por Fátima Masse

“Tengo una ambición legítima: pasar a la historia como un buen presidente de México” dijo Andrés Manuel López Obrador en su discurso cuando ganó la presidencia. Y en efecto, logrará pasar a la historia, pero será recordado por la gran destrucción institucional que provocó durante su sexenio. 

Los últimos golpes pendientes son la reforma al Poder Judicial y la eliminación de siete organismos autónomos. Ambos cambios están a la vuelta de la esquina, pues ya fueron aprobados en comisiones y están listos para ser votados en el Pleno de la Cámara de Diputados a partir del primero de septiembre, cuando Morena tendrá mayoría calificada.  

El presidente nos ha cantado la necesidad de dar estos golpes desde hace muchos años. Cada uno tiene a sus respectivos “villanos” y abonan a una cantaleta que ya nos sabemos: “es que antes había corrupción y ahora ya no”, “es que todo es culpa del neoliberalismo”. Puras palabras huecas que, aunque carezcan de sustento, generan la ilusión de que podríamos estar mejor. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.