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Por Fátima Masse

La semana pasada escuché con horror el discurso de Javier Milei en Davos. Sí, horror. 

Sentí el mismo shock que cuando vi la primera temporada de la serie El Cuento de la Criada. Si no la han visto, la recomiendo. En pleno siglo XXI es inconcebible pensar en un retroceso social de 300 años para “mejorar” un mundo que se considera decadente. No diré más para no arruinarle la serie a quienes no la han visto. Sin embargo, eso fue exactamente lo que pensé de las frases con saña de Milei. 

El presidente argentino destinó 30 minutos en esta plataforma global para reforzar una lucha ideológica y conservadora en contra del “wokismo”. Poco le importó hablar sobre los avances económicos durante su gestión y prefirió enfocarse en decir que prácticamente todas las causas sociales y ambientales son un pretexto para incrementar el tamaño del Estado. Cosa que, a su vez, considera es el freno y la perdición de las economías modernas. Fundamentó sus dichos con palabras duras y categóricas, incendiadas por casos aislados. Como buen populista, no dio datos ni evidencia. 

A lo largo del discurso planteó falsos dilemas alrededor de la violencia en contra de las mujeres, la brecha salarial, la ideología de género, la desigualdad y el cambio climático, entre otras. Sin un gramo de consciencia o sensibilidad por la situación de varias poblaciones que han sido vulneradas de forma histórica. En su visión, y la de la ultraderecha, no se necesita más que “igualdad ante la ley”. 

¿De verdad? En México, la Constitución dice que hombres y mujeres somos iguales ante la ley. Sin embargo, dado que la Ley Federal del Trabajo les otorga diferentes periodos de ausencia ante la maternidad o paternidad hay empresas que aún perciben a las mujeres jóvenes como un “riesgo”, porque se pueden ausentar durante mínimo tres meses. Cosa que no les sucede a los hombres. ¿En dónde quedó la igualdad que dice la Carta Magna?

Según Milei, el “wokismo” no acepta posturas antagónicas ni debate. ¿Será? Porque al escucharlo me dio la sensación de ver al “bully” de la escuela que sube el tono de voz solo para intimidar. ¿Quién lo iba a contradecir?

Definir qué es la corriente “woke” puede ser motivo de otra columna, pero a mí me gusta pensar que este concepto se refiere a “soñar con la idea de que podemos hacer algo para que el mundo sea mejor” como delineó Luis Mendoza Ovando en Reforma. 

En ese sentido, el discurso de Milei me pareció indignante, porque busca aplastar esta esperanza para beneficiar a unos cuantos que piensan como él. No solo me indigné yo, al parecer también varios abandonaron la sala en Davos durante su intervención y organizaciones se posicionaron en contra de su visión

En un mundo donde cada vez hay más personajes como Milei nos toca estar alertas y evitar sumarnos a las narrativas ultraderechistas. Los cambios sociales nacen y se mantienen con acciones de menor escala. Sigamos cuestionando el discurso público y abriendo oportunidades para las personas que tenemos a nuestro alrededor. 

Que el paso de Milei y sus similares no sea el fin de una evolución social en búsqueda de una realidad más inclusiva.

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