Por Fátima Masse
La Zona Metropolitana de Monterrey arrancó este 2024 entre alertas ambientales y marchas ciudadanas para exigir el cierre de la refinería de Cadereyta, considerada como la principal fuente de contaminación del aire.
Lo que hoy se vive en Monterrey es similar a lo que se vivió en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) hace 35 años. Época en la que la ciudad le daba la vuelta a los periódicos internacionales como una de las más contaminadas del mundo. Por eso, su experiencia podría aportar lecciones para Nuevo León, empezando porque este problema requiere atención integral de parte de las autoridades federales, estatales y municipales. Requiere también dejar la política a un lado, porque la vida de las personas y de la economía local están en juego.
La contaminación del aire de Monterrey no es un problema nuevo. En 2013, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) calculó los costos de la mala calidad del aire en 34 ciudades. Encontró que la Sultana del Norte era la segunda ciudad del país con mayores consultas y egresos hospitalarios atribuibles a la contaminación de partículas y la tercera con más muertes. Una década después, la situación continúa y pareciera que solo se va a solucionar si desaparece la refinería. ¿Será?