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Por Fátima Masse

Hoy, como parte del #MesdelaSaludMental en Opinión 51, decidí compartir una reflexión personal sobre la transición laboral que inicié hace seis meses y que me ha enseñado mucho sobre la importancia de ponerse en primer lugar. A veces parar, conocerse a sí misma y trabajar de raíz para romper patrones es lo que una necesita para sanar.

En abril de este año renuncié al empleo que tuve por más de una década, una decisión difícil de tomar. Por un lado, la naturaleza de mi investigación me llenaba, satisfacía mi curiosidad intelectual y sentía que cada una de mis aportaciones tenía un impacto real. Además, tenía un equipo al que le tengo (y le tendré siempre) un cariño muy especial. Por el otro lado, este trabajo era demandante y con un ritmo demasiado rápido, lo que generaba una tensión insostenible con mi realidad personal: vivo en otra ciudad, por lo que tenía que viajar de forma frecuente mientras la logística de mi familia de tres hijxs se volvía cada vez más complicada. 

Por meses ignoré señales como cansancio, irritabilidad, menos creatividad, cierta apatía y un agobio generalizado que solo iba en aumento. A pesar de ello, no fue hasta que dejé mi empleo que me di cuenta de que vivía en un estado de agotamiento extremo y crónico que me afectaba a todos los niveles.  

Tras la renuncia pasé por muchas etapas. Al principio fue una liberación increíble, como si fueran unas vacaciones largas. Dormí más de lo habitual, hice actividades divertidas con mis hijxs, vi más a mis amigas, viajé, vi series y películas, leí… 

Después, me desesperé, porque soy hiperactiva y no manejo bien la incertidumbre. A eso se sumó que me operaron de la rodilla y la recuperación no fue tan rápida como esperaba. Ayudó que el ejercicio se convirtió en obligatorio como parte de la rehabilitación y aproveché el tiempo libre para mejorar espacios de mi casa con mis propias manos, al grado de que remodelé un mueble que me llenó de orgullo.

Las actividades manuales fomentaron mi paciencia, pero no evitaron que me visitara la desesperanza. “¿Volveré a encontrar algo profesional que me apasione? ¿Cómo le voy a hacer si no quiero dejar de vivir en Querétaro y pareciera que lo mejor ocurre en la Ciudad de México?” Aparecieron esas voces internas que tienden a hacerme dudar, a las que respondí como mejor lo sé hacer: autoexplotándome. En la búsqueda de nuevas oportunidades laborales me caché leyendo noticias desde las seis de la mañana cuando mi agenda estaba prácticamente vacía, dejé de hacer ejercicio tan seguido “porque no tenía tiempo”… Es decir, regresé al patrón anterior que me estaba destruyendo. 

Mi esposo es un optimista que sabe detectar cuando la cabeza le quiere hacer una mala jugada y él me dio la primera llamada de atención. Acepto que soy bastante necia, pero en esta ocasión lo escuché y eso ayudó a que esta etapa oscura durara menos. Corregí el rumbo con ajustes como agendar mi ejercicio de manera casi rígida, darme gustos sin importar la hora del día y ser un poco más egoísta aunque de vez en cuando le falle a mi familia o a mi trabajo. En otras palabras, por primera vez decidí ponerme en primer lugar, antes de todas mis responsabilidades. También regresé a terapia con la firme intención de identificar y entender mejor el patrón que me lleva a autodestruirme. 

En muchas ocasiones me he quejado de todo lo que me rodea. De mi trabajo, de mi familia, de la famosa (y real) carga de cuidados desproporcionada… Sí, todo influye y estamos inmersas en una estructura que a las mujeres nos genera una sensación de tener que malabarear todo de forma perfecta y sin perder el estilo. ¡Agotador! Sin embargo, en mi caso, gracias a esta transición estoy consciente de que en medio de este contexto soy yo la que me saboteo, pero también soy quien tiene la opción de hacerlo diferente. 

Siempre existirá una tensión entre las demandas familiares y las ambiciones profesionales que no es fácil de sortear. Sin embargo, hoy estoy convencida de que encontraré un “equilibrio” diferente. Reconozco que el concepto de tener un “balance” es una utopía, pero he decidido encauzar esta transición profesional de manera que mi bienestar emocional sea una prioridad. Y con esto en mente, ¡a seguir adelante y a disfrutar las nuevas oportunidades que se me han abierto!

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@fatima_masse

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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