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Por Fátima Masse

Las mujeres cada vez quieren tener menos hijos. La tasa de fertilidad global promedio pasó de 5.3 nacimientos por mujer en 1963 a 2.3 en 2021. Con esto, se pensaría que nuestra especie se encuentra estable, pues estamos en lo que se conoce como la tasa de reemplazo demográfico. Sin embargo, hay países y regiones en donde esta tendencia es tan marcada que se ha convertido en una preocupación económica seria, pero la solución requiere de un cambio de paradigma.

China es un país famoso por haber implementado una política estricta de hijo único por familia, en el que la tasa de fertilidad pasó de 7.5 en 1963, a 2.9 en 1982 y a 1.2 en 2021. Ahora está preocupado porque en 2022 su población se redujo por primera vez desde la década de los sesenta. Esta situación no solo impone un desafío fiscal para atender a una población que está envejeciendo, sino también pone en riesgo el crecimiento de su economía.

La situación en China es grave y el presidente Xi Jinping lo sabe, por eso ha levantado alertas para atenderlo desde diferentes sectores. La última de ellas fue en el Congreso Nacional de Mujeres en donde pidió exaltar los valores familiares tradicionales al grado de que las mujeres regresen a trabajar en el hogar exclusivamente y tengan más bebés. Sí, leíste bien, un llamado oficial para reforzar estructuras patriarcales con el fin de mantener el dinamismo económico. 

China no es el primer país asiático que se preocupa por esta situación. Desde hace varios años Japón y Corea han enfrentado una tendencia demográfica similar. Sin embargo, sus reacciones han sido antagónicas. Japón, por ejemplo, tiene un ministro de Empoderamiento de las Mujeres quien se espera tenga mayor influencia en la agenda y en la opinión pública. Corea ha implementado una serie de políticas desde servicios de cuidados hasta créditos fiscales para que las mujeres puedan compaginar la maternidad con sus carreras profesionales. Sin embargo, hay que reconocer que sus resultados han sido magros, probablemente porque los esfuerzos son insuficientes para atender la magnitud de las causas o porque iniciaron demasiado tarde. 

Si bien lo que ocurre en cada país es diferente, hay ciertas condiciones comunes que explican un menor deseo de tener descendencia. Primero, una menor mortalidad infantil, con lo que las familias no quieren tener más hijos para compensar posibles pérdidas. Segundo, mayor empoderamiento de las mujeres que están cada vez más preparadas y quieren acceder a la fuerza laboral. Tercero, el costo de criar hijos es cada vez mayor.  

Ahora bien, cuando leo estas causas a las que apunta la literatura, lo primero que pienso es ¿acaso no sería rentable –en términos demográficos–construir sociedades más igualitarias? Sociedades en donde las mujeres que quieran tener hijos no se preocupen por sacrificar sus carreras profesionales, en donde estén seguras, en las que haya un sistema de cuidados asequible y en donde los hombres también ejecuten tareas de cuidados, por listar algunos ejemplos. Algo más parecido a lo que se está haciendo en Corea y Japón, pero con esfuerzos multisectoriales capaces de transformar la mentalidad de toda una sociedad.

Si bien creo que esto no sería la panacea, porque el mundo ha cambiado y lo que quieren las mujeres también, estoy convencida de que las políticas demográficas necesitan contemplar acciones sustantivas de igualdad de género. En México, toca poner atención a estas tendencias mundiales, puesto que nuestra tasa de fertilidad también ha caído y es solo cuestión de tiempo para que lleguemos a una situación parecida a la que China está viviendo. 

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@Fatima_Masse

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