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Por Fátima Masse

Una buena maestra o maestro puede cambiar la vida de un estudiante. Estoy convencida de que la mayoría de las personas tenemos en la memoria algún docente que nos marcó a lo largo de nuestra experiencia educativa. Alguien que nos inspiró, nos dio un consejo para sentirnos más seguras, nos enseñó de forma clara algún tema que ahora nos encanta o contribuyó a nuestra disciplina. Sin embargo, para el Gobierno Federal pareciera que el magisterio es el eslabón más débil de las comunidades educativas.

“Mientras en 2017 el presupuesto promedio para la formación continua de cada maestro era de mil pesos anuales, para 2024 será de 96 pesos” según Fernando Ruiz, investigador de Mexicanos Primero, en entrevista para el periódico Reforma. Esto implica una caída de 90% en el presupuesto per cápita que se destina a capacitación docente cuando estamos viviendo desafíos educativos sin precedente.

México está pasando por una crisis educativa severa de la cual han alertado organismos nacionales e internacionales. Una crisis que en parte se debe al cierre prolongado de las escuelas durante la pandemia, el cual exacerbó la desigualdad y los desafíos como el abandono escolar o el bajo rendimiento académico. Para muestra la foto desalentadora que nos mostró la prueba PISA 2022, en la que se mide qué pueden hacer las y los estudiantes de 15 años con los aprendizajes que han adquirido. 

Sumado a esta situación, el Gobierno Federal decidió revertir la reforma educativa del sexenio anterior con la que se busca transformar la manera en la que se enseña en nuestro país, de manera que tenga un enfoque comunitario aunque se descuiden habilidades básicas como las matemáticas y la ciencia. Desafortunadamente, esta contrarreforma se ha dado de manera abrupta, sin planeación ni recursos suficientes y, por lo visto, tampoco contempla presupuesto para acompañar a las y los docentes en la implementación de un nuevo modelo educativo.

He dado clases de inglés en primaria y también clases de economía en universidad, por lo tanto, me puedo imaginar la frustración que debe ser atender a un grupo de niñas, niños y adolescentes sin los conocimientos previos para aprender nuevos conceptos o que sean “multinivel” por las diferencias entre estudiantes. Grupos en donde dos de cada tres alumnos no sean capaces de construir una ecuación de una situación simple, como lo describe el IMCO, o en donde casi la mitad de estudiantes no pueda extraer la idea principal de un texto.

¿Qué recursos tiene un docente para atender situaciones similares? ¿Con quién se apoya para hacer una estrategia para su grupo y subsanar las fallas que identifique? ¿Cómo lograr que un alumno rezagado no se desespere y se salga del sistema porque de plano no entiende? ¿Cómo evitar que quienes están más avanzados se aburran? ¿Qué recursos tiene para adaptar su método de enseñanza a los nuevos requisitos de la SEP? Sin programas federales o estatales para enfrentar este tipo de desafíos, los maestros están abandonados a su suerte y harán lo que puedan hacer con sus posibilidades.

Los resultados de la prueba PISA 2022 evidenciaron las grandes carencias que tiene el sistema educativo mexicano, el cual está formando estudiantes con habilidades rezagadas frente al talento internacional. En este mundo globalizado, PISA debería ser una alarma para invertir más y mejor en el sector educativo. En donde, como afirma UNESCO, los docentes bien formados, respaldados y valorados son esenciales para garantizar una educación de calidad que ofrezca esperanza al desarrollo personal y profesional de las generaciones jóvenes.

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@Fatima_Masse

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