Por Fátima Masse
En estos días fui a visitar a mi abuelo y a los familiares que tengo en Mexicali.
“¡Te va a tocar muchísimo calor!” Me dijo mi tía cachanilla cuando le conté mis planes. “Me imagino” Le contesté, recordando las temperaturas extremas en las que pasamos la mayoría de los veranos. Durante mi infancia y adolescencia era frecuente que mis papás me mandaran a pasar las vacaciones largas junto con mis hermanos. No teníamos gran vida familiar en la Ciudad de México, así que íbamos felices, pese al calorón, a hacer todo lo que en la capital no hacíamos: jugar con los primos, andar en bicicleta en la calle, organizar carnes asadas con las mejores tortillas de harina, comer comida china y, por supuesto, cruzar del “otro lado”. Experiencias que recuerdo con cariño.
Hace unas semanas anunciaron el vuelo Querétaro-Mexicali y ese fue el empujón que necesitaba para apresurar una visita que tenía pendiente, sobre todo para convivir con mi abuelo de 92 años, quien ya no está para hacer planes de muy largo plazo.