Por Fátima Masse
Ser mamá es una vocación maravillosa. Te da la oportunidad de construir un vínculo único con personas que se parecen mucho a ti en algunas cosas, pero que son completamente diferentes en otras.
A pesar de las satisfacciones, no hay que romantizar la maternidad, puesto que está plagada de desafíos. Uno de ellos es la tensión que se genera cuando una mujer con hijos quiere desarrollar una carrera profesional. En el contexto actual, pareciera ser una situación desgastante que, en algunos casos, puede afectar la salud física y emocional de las mamás.
Por un lado, si bien la repartición de tareas en el hogar ha evolucionado, en la mayoría de las familias las mujeres somos las cuidadoras principales de los hijos. Con suerte y recursos, podemos delegar varias tareas domésticas para aprovechar el tiempo en actividades remuneradas. No obstante, hay que malabarear muchísimos pendientes familiares y mantenerse alerta, lo que genera una presión constante.
Por otro lado, en México tenemos una cultura laboral en la que erróneamente se asocian las horas trabajadas con la productividad. Las y los mexicanos invertimos demasiado tiempo en el empleo y muchas organizaciones todavía premian esta práctica con incrementos de sueldo o ascensos.
Para ponerlo en perspectiva, hay 17.3 millones de mexicanas con hijos que tienen un empleo, de las cuales la mitad (55% o 9.5 millones) tiene jornadas laborales de 40 horas o más a la semana. De este grupo, 3 millones reportan dedicar más de 48 horas semanales a su empleo, lo que equivale a 10 horas diarias o más de lunes a viernes. Esto sumado a las tareas del hogar es demasiado. ¿A qué hora se ejercitan o hacen actividades recreativas para ellas? ¿A qué hora descansan?
Tener jornadas laborales largas no es saludable para ninguna persona colaboradora y tampoco eleva la productividad. Sin embargo, la evidencia reciente apunta a que los efectos negativos en el bienestar pueden ser peores para las mamás.
Malissa Clark, profesora de psicología organizacional e industrial de la Universidad de Georgia, encontró evidencia de que la relación entre la adicción al trabajo y los daños en la salud –incluyendo un incremento en la presión arterial– son más fuertes para las mujeres que para los hombres. La adicción al trabajo se entiende como jornadas excesivas, sumadas a pensar constantemente en temas laborales e incluso sentir cierta culpa cuando se opta por hacer otras actividades. La hipótesis de Clark es que las mujeres, en especial las mamás, están bajo presiones adicionales que exacerban las consecuencias negativas de una relación tóxica con el trabajo.
En un mundo tan competitivo y con un bombardeo de información constante en redes sociales, si queremos maternar y trabajar de forma saludable necesitamos ajustar expectativas para que sean más realistas y no atenten en contra de nosotras mismas. Es imposible ser la empleada estrella y la mamá perfecta en todo momento.
Sumado a este trabajo personal es fundamental alzar la voz, porque las condiciones actuales no son propicias para que las mamás explotemos nuestro potencial económico. La sociedad y las organizaciones también tienen que cambiar. Por ejemplo, a través de papás más activos que le entren a las tareas de cuidados o con menos voces juzgadoras. También con ambientes laborales flexibles que fomenten el bienestar de las y los colaboradores, con lo que las mamás trabajadoras puedan integrar mejor todas las dimensiones de su vida.
Aprovechemos este #DíaDeLasMadres para reflexionar y dar pasos hacia una sociedad y un mercado laboral más amigable con las mamás trabajadoras.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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