Un homenaje a la mujer moderna en colaboración con Tiffany & Co.
Siempre me he preguntado por qué hay vidas más complejas o más sencillas que otras, más divertidas o más aburridas que otras, más alegres o más tristes que otras, ¿es el destino que nos tocó vivir? o ¿será que el universo es tan perfecto que sabe matemáticamente a quien entregarle qué tipo de experiencia? Sin duda el universo tenía para mí un plan maestro desde el día que nací.
Soy la segunda hija de una mujer maravillosa pero también muy compleja, diagnosticada tardíamente como bipolar. Por poco más de 60 años de su vida, no se entendía ella, ni nadie de quienes la rodeábamos.
Yo nací cuando mi madre tenía 42 años, producto del reencuentro con aquel primer novio del que se enamoró perdidamente a los 15 años, pero que como en cualquier telenovela mexicana en horario estelar, el padre rico de la joven los separa por que no era digno de su princesa. Más de veinte años después, un 17 de mayo y ante todos los pronósticos médicos desalentadores, logré aterrizar en esta vida.
De mi infancia recuerdo muy poco, pero con eso es suficiente. El día que pregunté por mi papá, me dijeron que había muerto. Fue años después, cuando tenía 7, que me enteré que estaba vivo. Lo conocí hasta los 13 años en el estacionamiento de Perisur, el encuentro duró 15 minutos, y después fue como si se hubiera vuelto a morir, al menos para mi mundo.
Recuerdo el día en que mi abuelo, todo un patriarca, me sentó sobre sus piernas y me dijo: hijita en mi familia no hay mujeres débiles, a los pocos meses él también murió.
Cuando tenía 9 años, mi hermana de diecinueve (que en realidad es media hermana), decidió independizarse dejando una carta de despedida en su almohada. Pasaron varios años para que yo la volviera a ver, así que desde entonces solo éramos mi mamá, por lo general deprimida por una enfermedad no diagnosticada, y yo. Y así pasaron los años, me dediqué al deporte: atletismo, básquet, volleyball, softball, patinaje en hielo y la lista sigue, porque todo era mejor que estar en casa. Nunca fui la de las mejores calificaciones, pero la medalla de deportes al cierre de cada ciclo escolar, no faltó de 1ero de primaria hasta 6to de prepa.
Entré a la universidad a estudiar Administración de Empresas, hasta ese momento mi mejor época, cambié el deporte por largas horas de estudio y más que eso, por horas y horas de muchísima diversión. En el 2000 a mi mamá se le ocurrió cumplir el sueño de su vida y casarse con mis dos veces difunto padre. Su sueño se convirtió en mi peor pesadilla, a mis 21 años me quedé sola, sin mi mamá y sin mi hermana, la primera gran lección de vida: hacerme responsable de mis decisiones y acciones. ¡Querido universo, estoy lista!
Empecé a trabajar dando créditos a mujeres de escasos recursos, proyecto al que me invitaron primero como servicio social, pero en el que me quedé tres años, hasta que el mundo corporativo tocó a mi puerta, y así inició una carrera ascendente, acelerada, llena de logros, primero en finanzas y después en la cadena de suministro, en 5 diferentes empresas e industrias distintas. Me tocó importar por primera vez, semilla de maíz transgénico experimental a México; irme a Centroamérica a integrar una nueva empresa e implementarle SAP; ser parte del equipo que arrancó la primera planta y la comercialización de la vacuna contra influenza mexicana; traer a México la manufactura de un medicamento para la tiroides hasta entonces fabricado en Alemania. Noté que había muy pocas mujeres con posiciones de liderazgo en la cadena de suministro en México, y que tenía la oportunidad de ser punta de lanza, lo que me motivó a estudiar la Maestría en Gestión en la Cadena de Suministro y me convirtió en la primera mujer en México en ganar, después de 17 años, el Premio Nacional de Logística.
Mientras toda esta magia profesional sucedía, me reencontré con mi mamá y mi hermana. Años después, me casé pero también me divorcié. Me operaron dos veces de la columna vertebral instrumentándola, y murió, ahora sí, mi papá. Pensé que esa sería la más fuerte sacudida que el destino me tenía preparada, hasta que un 25 de diciembre, mi tío y figura paterna y mi mamá murieron con hora y media de diferencia, no fue un accidente, ni una coincidencia, fueron dos almas gemelas que partieron a otro plano tomados de la mano. Mi alma se rompió, trabajé duro para pegarla sin embargo las grietas nunca se han ido. Aprendí que soy absolutamente resiliente y con fuerza grito al universo: ¡querido universo, estoy lista!
Decidí que todo lo que vendría para mí serían solo cosas buenas, decreté que el propósito de la vida no es otro distinto a ser feliz, que solo yo decido cómo vivir, qué tomar y qué dejar pasar, buscando que el balance sea siempre positivo, vivir cada momento, sin ansiar un mañana.
Encontré a mi gran compañero de viaje, decidimos volar juntos, más nunca sentirnos atados. Dos almas gemelas volvieron a transformar mi vida: esta vez son mis hijos. Llegó el trabajo de mi sueños: ser la primera mujer mexicana en encabezar 3M en México, ¡a continuar cerrando brechas y abriendo caminos de sobra!
Sé que mucho más aún está por llegar, porque así lo defino yo, porque lo llevo tatuado en la espalda: ¡querido universo, estoy lista!
En todas las fotografías Fernanda lleva joyería de Tiffany & Co.
Foto: Santiago Ruiseñor | Maquillaje: Roberto Sierra
Comments ()