Por Fredel Romano Cojab
Vivimos constantemente navegando entre dos fuerzas: el "querer ser" y el "deber ser". Estas fuerzas, aunque diferentes, son igual de importantes. El reto surge cuando nos inclinamos demasiado hacia uno u otro lado, generando desequilibrios que pueden afectarnos emocional y mentalmente, y distorsionan nuestra vida.
Cuando nos enfocamos intensamente en el "querer ser", existe el riesgo de desconectarnos de nuestro entorno y alejarnos de nuestras responsabilidades, familiares y amigos, así como de las expectativas que la sociedad impone. Esta desconexión puede llevarnos a vivir una vida desalineada con quienes nos rodean, lo que genera conflictos y sentimientos de aislamiento. Además, esta situación limita nuestra capacidad para establecer conexiones significativas con nuestros seres queridos, lo cual es esencial para alcanzar una plenitud auténtica en la vida.
Por otro lado, el "deber ser", que representa las expectativas de la sociedad, la familia y las normas establecidas, puede volverse un peso que nos impide conectar con nuestros deseos más profundos. Cuando nos rendimos completamente ante el deber, corremos el riesgo de vivir una vida llena de “deberías”, haciendo lo que se espera de nosotros, pero sin tomar en cuenta lo que realmente deseamos. Esto puede generar frustración, resentimiento y, a largo plazo, sin duda, un impacto negativo en nuestra salud mental y emocional. Podemos llegar a perder el sentido de la vida.
La clave está en encontrar un balance entre estas dos fuerzas, porque ni podemos ignorar por completo nuestras responsabilidades sociales ni debemos suprimir lo que realmente queremos para satisfacer únicamente a los demás. Cada persona necesita encontrar su propio equilibrio entre el querer y el deber. Cada persona debe diseñar a su forma el balance de estas dos fuerzas.
Para algunos, este balance puede inclinarse un poco más hacia el deber, mientras que otros necesitarán centrarse más en el querer. Lo importante es que sea un balance que cada persona elija y construya de acuerdo con sus circunstancias y deseos. Es un proceso personal en el que evaluamos qué tanto podemos manejar ambos aspectos para vivir una vida plena.
Para alcanzar ese balance, es necesario aprender a negociar con uno mismo. Debemos preguntarnos: ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo que debo hacer? Y sobre todo, ¿qué tanto estoy dispuesto a ceder en el deber para permitirme vivir lo que quiero? Esta negociación interna no es fácil, porque muchas veces no es la sociedad o las personas externas quienes nos reprimen, sino nuestra propia crítica interna. Nos castigamos por no cumplir con el deber, aunque lo que deseamos en realidad es seguir nuestros anhelos.
La verdadera negociación es con nosotros mismos: ¿Cuánto me permitiré hacer lo que quiero? ¿Hasta qué punto cumpliré con lo que debo hacer para sentirme tranquila y satisfecha? Se trata de un acuerdo personal, donde decidimos conscientemente cuánto espacio le damos a cada aspecto, basándonos en nuestras propias necesidades y bajo nuestros propios términos.
Una vez que hemos encontrado ese balance entre el querer y el deber, es fundamental protegerlo y para lograr eso es necesario establecer límites. Estos límites son necesarios para asegurar que el exterior –las personas, la sociedad, las expectativas– no invadan el espacio que cada quien necesita para vivir de acuerdo con sus decisiones. Al establecer límites, le damos forma a un entorno en el que podemos crecer sin volver a caer en la trampa de cumplir solo con lo que los demás esperan de nosotros.
Los límites, sin embargo, no se establecen desde un lugar de confrontación, sino desde el respeto y el amor. Respetar nuestros propios deseos y responsabilidades significa también respetar a los demás y su lugar en nuestras vidas. Cuando construimos estos límites con amor, estamos asegurando que los demás entiendan que este espacio que nos damos es esencial para nuestro crecimiento y bienestar, y no fue creado en contra de ellos. Implementando estos límites desde el amor lograremos fomentar relaciones más bonitas y respetuosas.
El proceso de equilibrar el querer y el deber, negociar con nosotros mismos y establecer límites no es algo que suceda de la noche a la mañana. Es un trabajo continuo de introspección y ajuste. Porque nuestro “deber” y nuestro “querer” cambian constantemente. Al encontrar este balance, no solo nos permitimos vivir de una manera más auténtica, sino que también creamos una vida más alineada con nuestro ser, donde mente, corazón y alma trabajan en conjunto para nuestra experiencia de vida. Así, aprendemos a vivir una vida que honra tanto nuestros deseos más profundos como las responsabilidades que tenemos con el mundo que nos rodea.
Jean-Paul Sartre, en 1946, dijo: "La existencia precede a la esencia" enfatizando la libertad y la responsabilidad individual en la búsqueda de nuestro balance entre el "querer ser" y el "deber ser". ¿Seguimos la conversación? escribeme a hola@noumi.mx
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