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Por Frida Romay Hidalgo
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Una joven camina dos horas bajo el sol para llegar al centro de salud más cercano. Lleva meses intentando acceder a un implante anticonceptivo que nunca está disponible. Cuando por fin llega, le dicen que tampoco hoy hay stock, que regrese otro día. Otro día que quizás no pueda. Otra promesa que se posterga.

 

Acceder a métodos anticonceptivos en México debería ser un derecho garantizado, no una carrera de obstáculos. Hablar de anticoncepción como si fuera un servicio más es minimizar su verdadero alcance. Es posibilidad, es proyecto de vida, es interrupción de ciclos de pobreza, es defensa del deseo. Tener acceso a anticonceptivos no debería ser un privilegio, sino un derecho. Sin embargo, los datos son claros: la cobertura pública ha caído desde 2020, los métodos se obtienen cada vez más en farmacias privadas, y las mujeres más jóvenes siguen siendo las más olvidadas por un sistema que les exige, pero no les responde.

El pasado 28 de abril se presentó el Diagnóstico de Acceso a Métodos Anticonceptivos en México: Hallazgos y Recomendaciones (2017–2023), un esfuerzo impulsado desde la sociedad civil y el sector privado para visibilizar esta realidad urgente. Desde Cero Desabasto, en alianza con AMCHAM México, pusimos sobre la mesa una radiografía cruda del acceso a métodos anticonceptivos en el país. No solo hablamos de datos, hablamos de historias que se repiten: mujeres que caminan horas para no encontrar un implante, adolescentes que enfrentan el juicio antes que la consejería, cuerpos que son ignorados, políticas que llegan tarde. No es un informe técnico, es un espejo. Y lo que refleja duele.

 

En México, el 60% de las adolescentes entre 15 y 19 años no usan anticonceptivos. Y no porque no lo deseen. La ENADID 2023 lo confirma: falta información, falta empatía, faltan opciones reales. A esa edad, enfrentarte a un centro de salud puede implicar enfrentar también al prejuicio: que te pregunten por el permiso de tus padres, que te digan que eres muy chica para decidir, que te den la espalda. Eso también es violencia. Una violencia que hemos normalizado.

 

Los métodos existen, pero no están donde deberían. En 2023, casi el 90% de los anticonceptivos de emergencia se obtuvieron en farmacias privadas. ¿Qué pasa con las que no pueden pagar? ¿Con las que viven lejos de una farmacia o no tienen tiempo de esperar turnos? La decisión de no gestar se vuelve un lujo para pocas. Y mientras tanto, el Estado se ausenta. La autonomía se posterga. El futuro se negocia a precios que no todas pueden pagar.

Una y otra vez nos encontramos con la misma escena: mujeres a las que se les dice que el método que buscan ya no hay, no llegó, se acabó. Adolescentes que aprenden más en TikTok que en sus escuelas. Personal de salud sin capacitación ni tiempo para escuchar. ¿Cómo vamos a hablar de libertad sexual si el acceso se reduce a lo que queda en stock? Si el consejo que reciben es "mejor no hagas nada" en lugar de "tú decides, y aquí está tu opción".

Por eso hicimos este diagnóstico. Para nombrar lo que duele, y también para exigir lo que falta. Las recomendaciones son claras: inversión real en salud reproductiva, distribución digna, consejería sin prejuicios, educación sexual que no tema decir placer. Porque no basta con sobrevivir, queremos vivir con deseo, con decisión, con dignidad. Y eso empieza por garantizar lo básico: anticoncepción libre, segura y gratuita, para todas, en todos lados, sin excepción.

 

Lo que realmente importa no son los rankings, sino las realidades. Que una mujer indígena en la montaña, una joven migrante en tránsito o una trabajadora del hogar en la periferia puedan entrar a un centro de salud y salir con el método que eligieron, sin miedo, sin regaños, sin demoras. Que la vasectomía deje de ser un tabú, que el derecho al placer se diga en voz alta, y que la autonomía no se condicione al estatus económico ni al territorio.

Este diagnóstico no es un cierre, es una invitación. A las políticas públicas, a los presupuestos, pero también a los afectos, a los feminismos que luchan desde lo íntimo y lo colectivo. A esa revolución cotidiana que comienza cuando una mujer escucha, por fin, que su cuerpo le pertenece. Y que nadie, ni la falta de insumos, ni los estigmas, ni la indiferencia, podrá volver a quitárselo.

 

El diagnóstico completo puede consultarse en el apartado de informes en www.cerodesabasto.org.


* Frida Romay Hidalgo es Coordinadora del Colectivo Cero Desabasto y de la Causa Salud y Bienestar en Práctica: Laboratorio para la Democracia

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@FridaRomayHgo

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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