Por Frida Mendoza
El 1 de octubre terminó y la verdad es que fue un día de sentimientos encontrados. Hoy amanecemos con una mujer presidenta, sí, con A aunque muchas personas se enojen.
Claudia Sheinbaum se convirtió en la primera mujer presidenta de México. Es también la primera de Norteamérica y en Latinoamérica -en algún momento de su historia- es la quinceava.
Toda la jornada estuve pendiente de la toma de protesta y de su discurso en el Zócalo pero también de las redes sociales (que tengo claro que no son más que una pequeña proporción del pensamiento tan diverso de nuestro país) y hasta en muchas de las voces críticas vi la emoción y la comprendí.
La representatividad importa y sé que tanto en este espacio como en muchos otros se hablará de lo maravilloso que es que las nuevas generaciones de niñas vean como una realidad que una mujer puede ser presidenta, que puede tener el mismo poder que un hombre y ahí es donde tal vez es donde mi cabeza hace un poco de cortocircuito: ¿queremos el poder para ejercerlo desde las mismas perspectivas patriarcales y negligentes que hemos visto sexenio tras sexenio? ¿Qué tendría que cambiar?
El discurso de Claudia Sheinbaum tuvo algunos símbolos y frases potentes que desde la óptica feminista podrían gustar mucho pues ver que los tres poderes sean encabezados por una mujer o que se hable de las mujeres que soñaron la igualdad de oportunidades es poderoso. Nos dijo que llegamos todas.
¿Pero de verdad lo hicimos? La idea de un techo de cristal que se rompió es solo eso todavía, una idea, y me fascinaría pensar que todas las mujeres, no solo las políticas y académicas, sino las maestras, las defensoras del territorio, las activistas, las defensoras de derechos humanos, las buscadoras, las trans, las disidentes y todas, de verdad todas, sean tomadas en cuenta más allá de un discurso.
No estamos en un país en el que hay borrón y cuenta nueva, Sheinbaum incluso prometió continuidad. Estamos ante un país bellísimo, sí, pero que fuera del discurso está en crisis, que todavía vive ejecuciones extrajudiciales y que militarizándose peligra más, hay más de 110 mil personas desaparecidas, 21 mil mujeres fueron asesinadas en el sexenio de las cuales más de 5 mil fueron feminicidios y más 170 mil homicidios dolosos… esa continuidad no puede seguir.
Por eso, tal vez me cuesta sentir una emoción real y porque como periodistas no podemos centrarnos solo en el discurso, sino que habrá que verificar y hallar entre líneas, porque tal como dijo la presidenta: lo que no se nombra no se visibiliza.
Las víctimas necesitan visibilidad, las buscadoras también, las mujeres trans, las personas nb, lxs defensorxs del medio ambiente y durante los discursos y presentación de los 100 puntos del gobierno de Sheinbaum no se les mencionó.
Y en este contexto, me gustaría pensar que necesita que se visibilicen y nombren también otras palabras en la A de la presidenta:
Aprobar la iniciativa de las 40 horas laborales
Avanzar en materia de derechos humanos
Ajustar estrategias que garanticen la seguridad y no sea a costa de más civiles
Asumir responsabilidades y compromisos reales con las comunidades vulnerables
Articular políticas ambientales, de no discriminación y respeto real hacia las mujeres y comunidad lgbt
Basta del abuso de poder y recursos naturales, de ataques a la prensa y personas vulnerables, de acoso a activistas y defensores, de atropellos a los derechos humanos, de amenazas y desapariciones.
Iniciamos un nuevo sexenio y más allá de idolatrar a una figura política o de necesitar mujeres en el poder, sería importante pensar en una presidenta que aporte y deje de perpetuar las dinámicas violentas del pasado.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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