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Por Frida Mendoza

El domingo pasado, después de tener un pequeño descanso de no pelear en redes, uno de los muchos lamentables tuits de Sanjuana Martínez llegó a mi lado de Twitter y me indignó como a muchísimas personas más .

Básicamente, la ex directora del extinto Notimex “le exigía sororidad y solidaridad” a Luisa Cantú porque tuvo la gran osadía de llevar a sus bebés a su oficina. La cosa no paró y cuando en comentarios sugirieron la necesidad de una guardería en Canal Once, Martínez expresó que sí pero “solo si lo pagaban las mamás porque si el Estado Mexicano lo hacía ahí era otra cosa” olvidando la desaparición de estancias infantiles y escuelas de tiempo completo.

Pero no solo es Sanjuana, una persona que en su historial como funcionaria pública registra que violentó derechos laborales. A mi mente llegó el recuerdo de dos jefes molestos cuando un amigo llevó por unas horas a su hijo de dos años a la oficina murmurando “¡¿y no lo puede dejar con su mamá?!”, o las miradas a las compañeras que tenían que irse antes de su salida porque les llamaban de imprevisto de la escuela de sus hijxs. ¿Empatar la productividad laboral con la maternidad? No, cómo crees. Al parecer todas esas personas no tuvieron infancia ni les preocupan las actuales aunque simulen que sí.

Como era de esperarse en el caso de Luisa, la indignación llegó porque más allá de verdaderamente buscar un piso parejo para las madres trabajadoras (y agregaría: para todas las personas cuidadoras), se volvió un ataque en el que más bien buscaba prohibir y limitar espacios para la convivencia y cuidado.

Decir que hay preocupación por el interés general de la niñez y que hay espacios laborales en los que las infancias no pueden estar por seguridad es una obviedad si pensamos en espacios como fábricas (y eso no todas) o en sitios donde se puedan lastimar y no haya una guardería o quien les supervise constantemente, no una redacción en la que la mamá está sentada en un escritorio, camina entre diversos espacios y tal vez son pocas las horas del día en las que puede verles crecer.

La semana pasada, antes de que esta discusión forzada por la exfuncionaria llegara a Twitter, publiqué en EMEEQUIS un texto que nació de la preocupación por el “llegamos todas” y la promesa de Claudia Sheinbaum en su lectura en el Zócalo de poner en marcha el Sistema Nacional de Cuidados.

Para el texto hablé con madres trabajadoras que -por fortuna, me dijeron- hacen home office y me compartieron sus sentires en entrevistas a medianoche o a la hora de comida en la que podían tomar un descanso entre la vida laboral y familiar. 

Pero ¿y si hablamos de las madres que están en el sector informal y no tienen ni una sola prestación? ¿O de las que no tienen el chance de ingresar al ámbito laboral porque el trabajo de cuidados absorbe toda su jornada?

El problema es el pensamiento de muchísima gente como Sanjuana que desconoce -a propósito o sin querer- la necesidad de un Sistema Nacional de Cuidados y asume que todo cuidado y gasto debe ser absorbido por las madres y se niegan a la creación de políticas públicas que faciliten este reto enorme, o lo proponen al vacío sin contemplar cómo financiarlo -cof, cof, reforma fiscal, cof, cof-.

Escribo esto desde la genuina preocupación como periodista, colega, amiga y mujer en sus treinta que todavía se debate si será madre porque más allá de si cuento con una red de apoyo o una pareja con quien sostener, criar y cuidar a una criatura, afuera hay un sistema que limita y juzga a las madres que trabajan y tienen a sus hijxs con ellas o a los padres presentes porque “¿dónde está la mamá?”.

Y esto va para todas las personas que sostienen posturas similares como Sanjuana: los cuidados no son gratuitos. En México durante 2022 más de 32 millones de personas cuidaron a un miembro de su familia, según el Inegi. 

En ese mismo año, el Inegi calculó que se generaron 7.2 billones de pesos por valor económico en labores domésticas y de cuidado que no fueron remunerados. Una cantidad que equivale al 24.3% del PIB nacional de ese año.

Pensar en las labores de cuidado es pensar que el Estado mexicano (y ojo, con esto me refiero al gobierno pero también al sector privado/empresarial) tiene que involucrarse y generar o propiciar las condiciones laborales, de infraestructura, movilidad, salud y tantas más si es genuino ese interés para que “lleguemos todas”. Porque si queremos que pase, la crianza tendría que ser colectiva.

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