Por Frida Mendoza
Leer sobre él parece milagroso, sin riesgo alguno. El mago de Oz…empic está cada vez más por todas partes. Que si Kim Kardashian y Elon Musk lo usaron, ¿cuántas celebridades más que están bajando de peso rápidamente también lo estarán usando? “¿Cuánto cuesta?” “¡Esto sí funciona!” “No era body positive, solo era flojera para hacer dieta” y muchas frases más pueden leerse por donde voltees. En mi mente no puedo dejar de pensar en la película de La Sustancia y en esta realidad tan alterada.
Antes de continuar, te advierto: vienen spoilers de cine y también información relacionada con la dismorfia y los trastornos de la conducta alimentaria (TCAs).
"Ella usa Ozempic, intenta ser diferente, intenta ser una mujer más nueva, nah", se escucha en la canción BACKR00MS de Playboi Carti con Travis Scott, expareja de Kyle Jenner, hermana de Kim Kardashian. Ambas, se presume, han consumido Ozempic.
Pero para comprender esta historia valdría la pena retroceder en el tiempo pues a inicios de 2023, precisamente fue Kim Kardashian quien impactó con un cambio drástico en su imagen luciendo un vestido de Marilyn Monroe y en consecuencia, generó un revuelo en Hollywood y el público para saber qué es lo que había tomado para bajar de peso tan pronto. No olvidaré que personas muy sabias en tendencias, salud y violencia estética sabían que era momento de encender las alarmas: ¿se avecinaba una nueva ola de TCAs y un cambio drástico para el body positive?
Los medicamentos para bajar de peso no eran una novedad. Ese mismo 2023 escribí para Malvestida un artículo en el que además de presentar una serie de entrevistas respecto al tema, compartí mi propia experiencia con un medicamento cuyo fin no era bajar de peso pero que los médicos llegan a recetar, la metformina.
Resumo la historia: tenía 19 años, fui con el ginecólogo a consulta por una infección urinaria y salí con una receta para tomar metformina todos los días para que “de paso” adelgazara un poco. No la había pedido, tan solo con verme el doctor pensó que podría “estar más sana” y bajar los famosos kilitos de más. De inmediato tuve efectos secundarios y no podía dejar de vomitar, por lo que mi mamá, mi bendita mamá, me dijo que para qué tomar algo así y suspendí el medicamento en menos de un mes. Además de la evidente crítica a una prescripción innecesaria, ¿a costa de qué buscamos bajar de peso?
No está de más decir que aquella publicación tuvo revuelo en redes y los comentarios en redes, crueles como pueden serlo, me juzgaron y atacaron durísimo asumiendo mi peso y que “mi salud era decadente para que me recetaran algo”, “por algo me lo decían”, vaya gordofobia. Pero no, podré estar por encima de “mi peso ideal” pero no tuve ni tengo ninguna complicación médica, trato de comer balanceado, disfrutar muchísimo de la comida y estar activa (una explicación que en realidad a nadie le debo). Pero sobre todo, ni entonces ni ahora tengo un diagnóstico de diabetes, ya que el fin principal de ese medicamento es para esa enfermedad… y también era ese el objetivo inicial de Ozempic.
Y entonces llegamos al 2024 y al mismo tiempo que -en el cine o en casa- veíamos la película La Sustancia protagonizada por Demi Moore y Margaret Qualley, atestiguamos cómo una ola de artistas y celebridades plus size comenzaron a bajar de peso drásticamente.
¿Por qué enlazo la ficción con la realidad? Porque si bien, La Sustancia aborda la dismorfia desde la edad, también muestra comportamientos no sanos con la comida. Una película de horror corporal claro que impacta si la protagonista se mira en el espejo y se odia porque no se siente suficiente (y se lo dicen), claro que genera horror si las únicas escenas en la que come los alimentos son grotescos y forman parte de un “castigo para el cuerpo”. En la historia, la sustancia de La Sustancia era una oportunidad de ser todo lo bella que la industria y la gente esperas que seas, “tu mejor versión”.
La sustancia de la realidad (Ozempic) es cara -aproximadamente 5 mil pesos mensuales- y al igual que en la película necesitas seguir usando las dosis necesarias cada mes para poder tener los resultados que esperas porque si no, el apetito regresa.
No soy médico y si bien conozco mis limitaciones para hablar de salud, puedo hablar desde mi preocupación como periodista por cómo lo comunicamos y las generaciones más jóvenes ven en diversos medios y redes sociales el uso socialmente aceptado de un fármaco del que todavía no hay resultados concluyentes sobre sus efectos a largo plazo.
Habíamos avanzado, mucho o poco no lo sé, pero de pronto tener un cuerpo grande y ser curvilínea era un poco más respetado, un poco menos juzgado. Y sinceramente, me emocionaba mucho que las nuevas generaciones estaban creciendo así, a diferencia de la mía que en el pico de la adolescencia los blogs de “ana y mía” proliferaban, que podías no tener una TCA pero no te sentías linda porque no estabas en el estándar del cuerpo hegemónico.
Los reportajes sobre Ozempic se empiezan a acumular y me preocupa mucho que incluso desde el New York Times el ángulo sea mayoritariamente positivo y aborde la “preocupación” de la industria de los ultraprocesados para mantener cautiva a su clientela que está perdiendo el apetito porque justo es lo que pasa con ese fármaco, comes menos. Pero entre los otros efectos secundarios están los posibles daños en páncreas y vesícula… ¿a costa de qué?
Importa mucho cómo lo comunicamos. Importan mucho las elecciones de ángulos en torno a un tema que está en desarrollo y que desde 2023 permanece con una tendencia a la alza en Google Trends. Importa mucho si es un medicamento que está floreciendo en el mercado negro ante la alta demanda. ¿Estamos haciendo publicidad o investigando un fenómeno de consumo en el que personas con diabetes un tiempo no tuvieron su medicamento y que en la actualidad 7 millones de estadounidenses usan sin saber si a futuro seguirán costeándolo o si tendrán algún “efecto rebote” o algo más? Importa si la discriminación gordofóbica prevalece.
Las tendencias avanzan y así mientras vemos comentarios despectivos en contra de las mujeres que de pronto bajan de peso, aquellas que no lo hacen y continúan con sus vidas, deciden casarse y pedir matrimonio ellas (sí, me refiero a la oleada de odio terrible que recibió La Fatshionista por declarar su amor que es bien correspondido), también son juzgadas. ¿Una persona gorda no merece ser feliz? ¿Cuánta violencia estética hay que soportar?
Me preocupa leer a quienes aseguran que el body positive nunca existió porque no se trata de que una sola talla sea la válida, sino de recordar que la validación viene desde dentro y que los cuerpos siempre serán diversos.
¿Es necesario bajar de peso a toda costa, aún “si no era necesario”? ¿Qué tanto es una genuina preocupación y qué tanto es una genuina gordofobia? ¿Dónde quedó el amor y respeto a todas las tallas? ¿Qué tanto se dice desde los medios e impacta en la sociedad?
Tengo más preguntas que respuestas pero también tengo clarísimo que si vamos a cubrir este fenómeno tiene que ser con cautela porque aún no lo sabemos todo.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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