Por Frida Mendoza
¿Cuántas veces el arte ha sido un escape para callar nuestras preocupaciones cotidianas? Es frecuente que al finalizar nuestra jornada diaria, la sala se convierta en un espacio que nos invita a dispersarnos, a pensar en otras cosas y distraernos, aunque sea en ese ratito mientras vemos algo.
Hace unos años, escribí en este mismo espacio cómo la obra de Alma Delia Murillo y específicamente su libro La cabeza de mi padre tocó fibras muy importantes y me motivó a escribir sobre mi propia historia como hija de un padre ausente. Hoy, no solo sostengo eso sino que extiendo esta idea hacia algo que disfruto mucho pero luego no puedo hacer con la frecuencia que quisiera: disfrutar de una buena serie o película.
Entonces, recuerdo la actuación de Alejandra Ambrosi en la obra de teatro Hilos que actualmente se presenta en el Foro Lucerna cada lunes y cómo nos dejó a todas las personas que la vimos con un nudo en la garganta de solo verla y escucharla representar a una mujer que fue víctima de violencia de género.
Esa impotencia de no poder hacer nada, de presenciar y acompañar historias que son vigentes en nuestros días es impresionante y me parece que ese es el valor agregado de estar en el mismo espacio que la artista que representa.
¿Qué nos cuentan las mujeres en sus actuaciones últimamente? Han pasado apenas unos días de la ceremonia de los Óscar y con ella el cierre de una temporada de premios turbulenta que generó indignación -desde mi perspectiva bien justificada- con algunas nominaciones a una película en la que prefiero no detenerme, también nos acercó a historias poderosas y vigentes que nos invitan a reflexionar.