Por Gabriela Gorab
Marina Abramović, reconocida como la "madrina del performance", ha dedicado su vida a explorar los límites del cuerpo y la mente, desafiando constantemente las convenciones sociales y artísticas. Su reciente visita a México, después de 35 años de ausencia, para inaugurar La -hermosa- Cuadra San Cristóbal como espacio cultural, es un testimonio de su compromiso continuo con el arte y su capacidad para inspirar a nuevas generaciones.
En su manifiesto, Abramović enfatiza la importancia de la soledad y la introspección en la vida del artista, sugiriendo que "un artista debería pasar largos periodos contemplando las estrellas en el cielo nocturno" y que "no debería tratar su horario de trabajo como lo haría un empleado bancario". Estas reflexiones subrayan la necesidad de una conexión profunda con uno mismo y con el universo para crear obras auténticas y significativas.
La elección de La Cuadra San Cristóbal, una obra emblemática del arquitecto mexicano Luis Barragán, como escenario para su performance, no es casualidad. Este espacio, caracterizado por sus muros de colores vibrantes y su diseño minimalista, complementa y realza la presencia de Abramović, creando una sinergia entre la arquitectura y el performance que enriquece la experiencia artística.
Abramović también aborda la mortalidad y el papel del artista en su manifiesto, afirmando que "el funeral es la última obra del artista antes de partir". Esta perspectiva invita a una reflexión profunda sobre la vida y la muerte, y cómo cada acción y decisión del artista contribuye a su legado final.
Su trayectoria es un ejemplo poderoso del impacto que una mujer puede tener en el mundo del arte contemporáneo. Su valentía para confrontar temas tabú, su resistencia física y mental, y su dedicación inquebrantable a su visión artística la han consolidado como una figura central en la historia del performance. Su obra no solo desafía al espectador, sino que también lo invita a una introspección profunda, cuestionando las nociones de identidad, resistencia y la naturaleza misma del arte.
Sin embargo, uno de los elementos recurrentes en su obra es el dramatismo, que si bien ha sido una herramienta efectiva para generar impacto y provocar reacciones en el público, también podría beneficiarse de una mayor sutileza en algunos casos. La intensidad emocional que impregna sus performances es totalmente innegable, pero podría explorarse un enfoque que no dependa exclusivamente del sufrimiento o la resistencia extrema como eje central.
Me parece que ahora, el reto para Abramović en esta etapa de su carrera podría ser el encontrar nuevas formas de comunicar la vulnerabilidad y la condición humana sin recurrir siempre a la exageración del dolor. La introspección y la contemplación, elementos que ella misma promueve, podrían ser vehículos tan potentes como el sacrificio físico, abriendo un diálogo más diverso y matizado con su público.
En un mundo donde las voces femeninas a menudo han sido silenciadas o minimizadas, la presencia y el trabajo de Abramović sirven como un recordatorio del poder y la influencia que las mujeres pueden ejercer en el ámbito artístico y más allá. Su legado inspira a futuras generaciones de artistas a explorar sin miedo, a desafiar las normas establecidas y a buscar siempre la verdad en su expresión creativa.
La reciente apertura de La Cuadra San Cristóbal como centro cultural, con Abramović como figura inaugural, marca un hito significativo en la intersección del arte y la arquitectura en México. Además, la artista ha presentado en este espacio una exposición especial que incluye registros de sus performances icónicos y nuevas exploraciones de su trabajo. La muestra permite a los espectadores adentrarse en su universo creativo y reflexionar sobre la trascendencia del arte del performance en la actualidad.
Este espacio promete ser un punto de encuentro para artistas y público, fomentando el diálogo y la apreciación de las diversas formas de expresión artística (emoción total y caritas felices)
La visita de Marina Abramović a México y su participación en la inauguración de La Cuadra San Cristóbal reafirman su posición como una de las artistas más influyentes de nuestro tiempo. Aunque su dramatismo ha sido una de sus principales herramientas, un enfoque más matizado podría enriquecer su discurso artístico y abrir nuevas posibilidades para su legado. Su obra continúa desafiando y cautivando al público, y su influencia perdurará como un testimonio del poder transformador del arte.
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Su obra y docos
Marina ha desarrollado a lo largo de su carrera una serie de performances que han generado controversia por su intensidad y exploración de los límites humanos. A continuación, se destacan algunos de los más emblemáticos: Rhythm 0 (1974): En esta performance, Abramović se colocó como objeto pasivo durante seis horas, permitiendo que el público utilizara 72 objetos dispuestos en una mesa, que iban desde una pluma hasta una pistola cargada, para interactuar con ella de cualquier manera. Esta obra puso de manifiesto la vulnerabilidad humana y la potencial agresividad del público cuando se le otorga total libertad. Balkan Baroque (1997): En esta pieza, presentada en la Bienal de Venecia, Abramović pasó cuatro días limpiando meticulosamente huesos de vaca ensangrentados, en referencia a la limpieza étnica ocurrida en los Balcanes. La obra fue una poderosa declaración sobre la violencia y la memoria colectiva, y le valió el León de Oro en la bienal. The Artist Is Present (2010): Durante esta performance en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), Abramović permaneció sentada en silencio durante más de 700 horas, invitando a los visitantes a sentarse frente a ella y mirarla a los ojos. Esta obra exploró la conexión humana y la presencia, y se convirtió en una de sus performances más conocidas.