Por Gabriela de la Riva
Llevaba ya un tiempo teniendo problemas con mi celular, posiblemente resultado de varios golpes y algunas intervenciones de mis nietos pero, más que nada, de la falta de mantenimiento y actualizaciones que merece un aparato inteligente.
De última hora, un cliente me citó el domingo a las 11 am en Santa Fe, a varios kilómetros de donde se celebraría la Marcha en Defensa del Instituto Nacional Electoral y a la cual había planeado asistir con varios grupos de amigas, bien organizadas pese al inesperado anuncio de contingencia ambiental, y con playeras mandadas a hacer, para exigir, en nombre de la democracia, que no se toque al órgano electoral.