Por Gabriela de la Torre
Quiero que estés bien, que te sientas bien y que aprendas a transitar por las sensaciones para aprender de ellas.
Entiendo el dolor y las emociones incómodas. Por eso, me dedico a abrazar y tratar de sanar el dolor de los demás. Cuando comprendemos, integramos y localizamos nuestras emociones podemos caminar sin ocultarlas.
Un día desperté con una sensación extraña en mi cuerpo: era cáncer. Pensaba que ya sabía suficiente sobre el tema porque profesionalmente he apoyado a pacientes con cáncer. Pero el destino me hizo esta "broma" para mostrarme que aún me faltaba aprender y sentir cosas que no había experimentado.
Mi hijo tenía 4 años en ese momento, y entendí el dolor de pensar en la posibilidad de no volver a verlo. No pude evitarlo ni distraerme; la palabra "cáncer" trae consigo la posibilidad de transitar esta vida y perder lo que más valoramos. Cuando no puedes controlar lo que pasa en tu cuerpo, te rindes a sentir el dolor, porque la información que tienes ya no es suficiente para evitarlo.
El cáncer era parte de mi conocimiento, mi experiencia intelectual era apoyando a los demás. Pero cuando llega el día en que tú eres uno de ellos, entiendes que no hay suficiente teoría o libros para atravesar este proceso. Lo único que puedes hacer es rendirte emocionalmente, confiar en los médicos y hacer lo que te corresponde, sabiendo que el desenlace no está completamente en tus manos.
Las personas a tu alrededor, con las mejores intenciones, te dicen "échale ganas", pero cuando estás desolado, lo único que deseas es dejar de sentirte así, y no sabes cómo “echarle ganas”. Vivimos en una sociedad donde se nos exige ser felices, incluso cuando no lo estamos. Hay una especie de "ego espiritual" que nos hace creer que debemos estar bien todo el tiempo. Pero, ¿cuándo nos ponemos en nuestros propios zapatos? ¿Cuándo dejamos de escuchar "échale ganas" si lo único que queremos es sentirnos mejor y no sabemos cómo?
Pensé: "se me va a caer el cabello", y no es una cuestión de vanidad. Perder el cabello es más fuerte que otras pérdidas. Hay enfermedades en las que no se te exige luchar tanto, pero con el cáncer, parece que tienes que ser fuerte todo el tiempo, incluso cuando no lo eres. A veces, se te pide que sonrías, aunque no tengas ganas. Ves en las redes sociales a personas que parecen tener la vida perfecta, llenas de "buena vibra" y te preguntas cómo ser feliz cuando no entiendes tu propio proceso.
Hoy en día, está de moda ver a quienes padecemos cáncer, depresión o ansiedad como si fuéramos gladiadores, luchando para curarnos. Pero no todo es una lucha personal; también necesitamos un sistema de salud que funcione, investigación médica, y una sociedad más empática y humana.
Lo único que realmente ayuda es transitar y sentir el dolor acompañado de ayuda profesional si es necesario, pero sin evadirlo. Al transitarlo, aprendes a caminar con él, a avanzar paso a paso. No deberíamos sentir culpa por no vibrar con una frecuencia de felicidad constante. Las emociones, incluso las más incómodas, son parte de nuestra experiencia humana. Buda alcanzó la iluminación al enfrentarse a sus demonios sin huir y Jesús pasó 40 días en el desierto resistiendo las tentaciones. Ambos transitaron momentos difíciles sin pretender estar llenos de "buena vibra".
He aprendido que entender las emociones no siempre significa sentirlas completamente y mucho menos superarlas. Las emociones son respuestas complejas que surgen por diversas razones: genética, educación, cultura, experiencias previas, etc. A veces, nuestro cuerpo actúa de manera distinta sin que podamos controlarlo. Por eso, es importante buscar ayuda profesional cuando sea necesario.
La vida me ha enseñado lo maravilloso y misterioso que es el ser humano. Nos permite compartir experiencias, curar a otros mientras intentamos sanarnos a nosotros mismos, atravesar enfermedades, depresiones, ataques de pánico y aprender a pedir ayuda. Observar nuestras emociones nos enseña lo que intentamos ocultar o proteger, pero no debemos intelectualizarlas; simplemente debemos sentirlas y aprender de ellas.
Cuando aprendemos a conocernos a nosotros mismos, podemos avanzar sin quedarnos atrapados en el dolor. Podemos caminar con miedo o dolor sin paralizarnos. Aprendemos a distinguir entre lo que es nuestra realidad y lo que proviene de nuestros juicios o experiencias pasadas.
Las emociones no son ni buenas ni malas; simplemente son. Existen porque somos seres humanos, y es importante aprender a sentirlas. Puedes escribir, pintar o expresar lo que sientes, sin juzgarte. La verdadera expresión empieza contigo mismo, sin la necesidad de agradar a otros.
Mi intención es acompañarte como psicóloga y amiga en la importancia de cuidar tu salud mental. Es crucial aprender a compartir nuestras emociones, transitarlas y seguir adelante, ya sea sonriendo o llorando, pero sin miedo a existir. Todo pasará.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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