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Por Gabriela Sotomayor

La semana pasada sonaron las alarmas por las amenazas de muerte que recibió Yohali Resendiz, mi compañera de páginas en Opinión 51. En X (antes Twitter) la han amenazado con “cortarla en pedacitos”,  además de querer  hacerle no sé cuántas otras barbaridades antes de terminar con su vida. 

En México la gente está anestesiada sobre este tipo de cosas, además los periodistas no se toman en serio tales amenazas, tampoco hacen nada por aumentar su seguridad  ni exigen al estado, en este caso a la presidenta Claudia Sheinbaum, por aumentar su protección y pronunciarse seriamente contra los que amenazan a los periodistas por realizar su trabajo. 

Sin embargo, al preguntar a la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU sobre estas amenazas y si deben tomarse en serio, la portavoz de la Oficina me dice que ¡por supuesto que sí! Especialmente en un país en el que desde el año 2000 han asesinado a más de 120 periodistas en total impunidad.

Al respecto, la oficina del Alto Comisionado de la ONU sobre Derechos Humanos (OACNUDH) expresó profunda preocupación sobre los asesinatos, acoso e intimidación de los periodistas y defensores en México y exhortó al gobierno de Sheinbaum a hacer más por su protección.

“A pesar de los esfuerzos de las autoridades estatales, la violencia contra los defensores de derechos humanos y los periodistas sigue siendo un problema grave en México”, me dijo Liz Throssell portavoz del OACNUDH.

Según Throssel, en lo que va del año, “nuestra oficina en México ha documentado que al menos siete defensores de derechos humanos, cinco periodistas y dos trabajadores de los medios de comunicación han sido asesinados, y otros cinco defensores de derechos humanos y un trabajador de los medios de comunicación han desaparecido, posiblemente en relación con su trabajo”.

Enfatizó que “existe una clara necesidad de fortalecer el acceso a la justicia para los defensores de derechos humanos y los periodistas, dada la constante violencia contra ellos, violencia que incluye asesinatos y otras formas de violencia física, pero también vigilancia digital e intimidación’’.

Además recuerda que el Grupo de Trabajo para el Fortalecimiento del Mecanismo de Protección, coordinado por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en México e integrado por organizaciones de la sociedad civil, la Institución Nacional de Derechos Humanos y organismos gubernamentales, “ha logrado algunos avances importantes en este sentido, como el aumento de recursos humanos, materiales y financieros. Sin embargo, en medio de las amenazas y la violencia que enfrentan los periodistas y otros trabajadores de los medios de comunicación, es necesario continuar e intensificar esta labor”.

Es lamentable que la presidenta Claudia Sheinbaum, la “presidenta de todas”, no se haya pronunciado sobre estas amenazas contra Yohali. Tampoco se ha expresado con claridad sobre la seriedad de las amenazas contra los comunicadores cuyo único delito ha sido reportar la verdad.

No tengo el gusto de conocer personalmente a Reséndiz, pero la he leído y respeto profundamente su trabajo, sus textos y sus denuncias. Espero que alguien del gobierno de Sheinbaum pueda leer estas páginas y asesore a la presidenta para que corrija el rumbo y deje a un lado esa actitud indiferente a los ataques a periodistas independientes, sobre todo a los que disienten de su postura. 

Si la presidenta no habla fuerte y claro sobre este flagelo, la prensa libre seguirá indefensa ante los ataques que recibe de autoridades, de la iniciativa privada o de la sociedad en general. Vale la pena recordar que México es uno de los países en el que más defensores de DDHH y periodistas en el mundo han sido asesinados en la más absoluta impunidad. 

Realmente no sé qué está esperando Sheinbaum para tomar cartas en el asunto y pronunciarse. Especialmente se espera que su gobierno garantice la protección de los periodistas y que de una vez por todas el gobierno de México asuma su responsabilidad. Es una deuda de larga data que el estado tiene con la prensa mexicana. ¡Ya basta! 

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