Por Georgina de la Fuente
El pasado 2 de abril fue denominado por la administración Trump como el “día de la liberación”, buscando liberar a Estados Unidos de productos extranjeros mediante la imposición generalizada de aranceles. Así, con tarifas que van desde el 10 hasta el 46 por ciento a una variedad de países, Trump cumple su promesa de campaña y la amenaza recurrente para revertir lo que percibe como una competencia comercial injusta y ventajosa.
El listado de países no incluyó a Canadá y a México, lo que fue celebrado en nuestro país y hasta descrito por algunos como una victoria de Claudia Sheinbaum. Lo cierto es que este anuncio no nos exime de otros aranceles impuestos de manera unilateral por Estados Unidos, incluyendo aquellos sobre el acero, aluminio, autos y bienes que no califican dentro del TMEC. Y es que, si bien Sheinbaum ha sido aplaudida por mantener cabeza fría e inteligencia para lidiar con las amenazas inmediatas, lo cierto es que hay aspectos en los que su estrategia se ha quedado corta, resultando en una pérdida de ventaja negociadora y de tiempo valioso.
Por meses, desde la transición presidencial estadounidense y hasta los primeros anuncios de aranceles, tanto la presidenta como integrantes de su gabinete insistían en que no era posible que éste cumpliera sus amenazas, pues los costos para la economía del país vecino serían demasiado altos. Insistieron en diversas ocasiones que sería “como darse un balazo en el pie”, pues los precios de todos los productos en Estados Unidos aumentarían en la misma proporción.
Pero fracasaron en incorporar al análisis y la estrategia elementos fundamentales de política interna estadounidense que hoy permiten constatar que el llamado “día de la liberación” no solo es la aproximación hacia una nueva política comercial. Se trata de una nueva visión política delineada en el “Proyecto 2025”, difundido por el partido Republicano desde la campaña presidencial, basado en la premisa de que no hay aliados ni socios. Solo hay déficits comerciales que han minado las bases industrial y manufacturera de los Estados Unidos hasta el punto de poner en riesgo la seguridad nacional. Este discurso explica, en parte, el apoyo que ha ganado el partido Republicano de la clase trabajadora y la industria manufacturera. De este modo, la imposición de aranceles se utiliza como herramienta política para mantener el respaldo de sus bases. Pero también se puede utilizar como política fiscal para obtener mayores ingresos que les permitan reducir impuestos y eliminar regulaciones, tal como fue prometido en campaña.
Suscríbete para leer la columna completa…