Por Graciela Rock
La inmediatez de las redes y el evidente empeoramiento de la situación global nos ahogan en un caudal de noticias e imágenes catastróficas, llenas de horror, dolor y miedo que se suceden sin pausa. No es de extrañar que el nihilismo se haya convertido en la estética de moda.
En redes sociales, la "nihilist girl era" se presenta como una actitud de apatía cool: no hay futuro, nada importa, así que mejor sumirse en la ironía y la indiferencia. Es la versión digital de la protagonista de Mi año de descanso y relajación de Ottessa Moshfegh, quien decide dormir durante un año entero como una especie de resistencia para evadir la realidad que le exige ser productiva, social y feliz. Pero mientras el cinismo parece una respuesta natural al agotamiento colectivo, ¿no estamos cayendo en la trampa de la resignación disfrazada de empoderamiento?
Esta tendencia, aunque moderna en su expresión, no es nueva. A finales del siglo XIX, Sofía Kovalévskaya (la primera mujer en obtener un doctorado en matemáticas, por cierto) publicó Nihilist Girl, donde narra la historia de Vera Barantsova, una joven aristócrata rusa que abraza el nihilismo como acto de rebeldía contra un mundo injusto. En la Rusia zarista, el nihilismo no era un trend en TikTok ni un meme sobre ignorar los problemas del mundo con una copa de vino en la mano; era un movimiento que buscaba transformar la sociedad, incluso a costa del sacrificio personal. Vera rechaza las expectativas impuestas sobre ella como mujer y lucha por la liberación colectiva. Sin embargo, su historia también expone los límites del nihilismo; cuando éste no construye nuevas formas de resistencia se convierte únicamente en destrucción.
Hoy, ante la sobrecarga de información y el cinismo generalizado, es fácil caer en la indiferencia. Las guerras, la crisis democrática, la violencia y el colapso climático parecen problemas demasiado grandes para abordarlos con esperanza. Pero la apatía no es una solución; es un privilegio que no todas podemos darnos. Mientras algunas pueden permitirse desconectarse del mundo, otras siguen enfrentando la violencia sin opción de cerrar los ojos y "descansar" de la realidad.
En este contexto, la cultura pop refuerza la idea de que la mejor respuesta al caos es el desapego total. Películas, series y libros han romantizado la idea de personas frías, distantes y emocionalmente inalcanzables. La figura de la "cool girl" ha evolucionado en la "nihilist girl", donde la ausencia de sentimientos se presenta como una forma de poder. Sin embargo, esta pose no solo perpetúa la desconexión emocional, sino que también nos aleja de la posibilidad de generar cambios colectivos reales. La apatía no es empoderamiento, es un mecanismo de defensa en un mundo que nos ha enseñado que la vulnerabilidad es debilidad.
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