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Por Adriana Pulido Sandoval, especialista en sostenibilidad y CEO de ILUNKA, Estrategia Sustentable.
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Hoy es el 8 M  y como cada año que pasa, comienza a hacerse una costumbre saber que tenemos y tuvimos esta semana megaeventos de mujeres y para mujeres por todos lados. Además, la gran marcha y saldremos unidas, por un día, a las calles con algún distintivo rosa, naranja, verde o morado; y a pesar del impacto y ruido, honestamente, ya me cansé. No me malinterpretes, creo en el propósito, la importancia y el poder de hablar, gritar y expresarnos. Pero estoy cansada de las mismas conversaciones, los mismos datos  y las mismas contrariedades; el trasfondo que envuelve a esta fecha es uno de los más importantes y revolucionarios a nivel mundial, entonces, ¿por qué no estamos avanzando?

Por más que le doy vueltas al tema o trato de convencerme de que es cuestión de percepción personal o el sesgo por las vivencias de amigas, colegas o familiares, los datos más recientes indican que, a pesar de todos los esfuerzos, de las veces en que nos hemos deconstruido, ascendido la escalera, creado nuevas estrategias para ser escuchadas, de las veces que hemos aprendido y desaprendido, observado y reinventado, el mundo pareciera ser el mismo.

Por citar algunos ejemplos, a pesar de la movilización y búsqueda de justicia y seguridad, sabemos que, desafortunadamente, la tasa de feminicidios no ha hecho más que incrementar durante los últimos años (hasta un 8.7% de acuerdo con el ITAM); que las mujeres emprendedoras, a pesar de ser más de 6 millones en el país, continúan enfrentándose a retos relacionados con la desigualdad de oportunidades y la informalidad; que de casa 1500 consejeros para tomas de decisiones empresariales, solo 90 son mujeres ; que las deportistas siguen viviendo desprotegidas frente al acoso y ganando hasta 200 veces menos que su contraparte; que para el mundo, la sostenibilidad, un enfoque formalizado, hablado e implementado por mujeres en América Latina, comenzó a ser un tema de importancia para los empresarios cuando el sector financiero comprendió que los temas socio-ambientales son temas de dinero; y que en el país se estima que la paridad de género se logrará hasta 2154 si no cambiamos las reglas del juego ahora.

Pero no podemos esperar más de 100 años por un cambio que no podremos visualizar. Estamos cansadas de tanto correr para no llegar y hastiadas de no lograr cambios más veloces en el mundo, necesitamos nuevas realidades que ya no pueden esperar y nosotras tampoco. 

Es importante que celebremos los logros y cambios realizados por aquellas mujeres que alzan la voz en las marchas, en las redes y en las instituciones, por las empresarias y emprendedoras que han logrado nuevos hallazgos y creado políticas de inclusión que cambiaron industrias, que recordemos a las que ya no están, a quienes lo perdieron todo y a quienes siguen luchando día a día por crear un mundo más justo por todas las que vienen a continuación; pero también es importante que no nos dejemos llevar  únicamente por los datos positivos para no perder de vista que aún tenemos un largo camino por recorrer en términos de igualdad laboral, doméstica, deportiva, artística, social y de seguridad, entre muchas más.

Para poder cambiar el mundo, crear nuevas economías y países más justos para todas y todos, es necesario de un trabajo colaborativo y sistémico que involucre a todos los agentes que conforman la operación de la región, no solo de México, sino del mundo entero. La labor de empresas, instituciones, asociaciones civiles, academia, deportes, familias, cultura y gobierno en todos sus niveles es necesaria para la transformación de la base como sociedad para crear nuevos panoramas, pues está comprobado que un enfoque de 4 vertientes (participación y oportunidades económicas, salud, bienestar y supervivencia, logros educativos y empoderamiento político), puede acortar en gran medida el camino hacia la paridad de género.

Los primeros pasos han sido lentos pero un acierto en favor de la equidad, la búsqueda de un mejor salario para las deportistas en 2023, la implementación de reglas de protección frente al acoso cibernético por allá de 2019, e incluso la ley por una vida libre de violencia no solo se han presentado como una respuesta de la sociedad y todas las entidades para generar mejores entornos en el mundo, sino que son una herramienta necesaria y lo correcto para seguir avanzando como sociedad sostenible e igualitaria.

Cambiar el mundo es un reto que se vive complejo, pero no imposible, se necesita de inspiración, valor y coraje para lograrlo; además de la aplicación de mucha estrategia, recursos,  métricas y esfuerzos conscientes y bien dirigidos. Podemos hablar de un ejemplo sencillo, la demanda de mujeres para llenar cuotas en mesas de administración o consejos directivos, una iniciativa que genera polémica a nivel mundial, pero que ha resultado ser una estrategia basada en datos duros que, a pesar de sus negativas, vertientes y dudas, ha causado más beneficio que daño en los lugares donde se ha aplicado. ¿Por qué? Simplemente porque las personas se vuelven más conscientes, empáticas y obtienen perspectivas distintas al abrirse a nuevas experiencias y conocimientos. 

El camino para realizarlo es un largo trecho que está lleno de retos, persistencia y resiliencia. Los esfuerzos en conjunto, además de realizarse de manera empática y con la finalidad de crear mejores sociedades para el presente y el futuro, también debe tomar como base la realidad que se esconde detrás de los datos duros. 

La lógica detrás de estos datos como herramienta para evaluar y gestionar el cambio para las mujeres tiene una razón de ser. Se trata de la única manera de saber cómo estamos avanzando y qué necesitamos para seguir impulsando en el mundo el cambio que deseamos, para ti, para mí,  para las que luchan y las que no, y para todas las que vendrán a continuación.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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