Por Ana Paola Morales, presidenta de la Asociación Mexicana de Mujeres Jefas de Empresa.
La mujer es el nuevo paradigma económico y no hay duda de ello. Cada vez son más quienes deciden transformar su camino profesional, hacerlo crecer, emprender. No importa la razón, sino la acción: impulsar y activar la independencia y autonomía de las mujeres, potenciar su visibilidad y lograr que ocupen más lugares de trabajo en todas las áreas posibles. El reto es complejo pero no imposible, mucho menos si existe una comunidad inquebrantable.
El efecto catalizador de las mujeres se genera como un efecto dominó. Tan sólo hace falta que una pieza entre en movimiento para que todas empiecen a encontrar su lugar en el juego. Esto mismo sucede cuando una mujer avanza, crece, trabaja y se realiza: su historia y el poder de su esfuerzo y disciplina se transforman en el motor que empuje a quienes van detrás de ella, a todas esas mujeres que, incluso a la distancia, la acompañan. Porque al final del día, el crecimiento de una se volverá el crecimiento de todas.
Como presidenta de la Asociación Mexicana de Mujeres Jefas de Empresa (AMMJE), de esta tribu de mujeres incansables, me he dado cuenta de la relevancia de la fuerza femenina, una fuerza colaborativa antes que enemiga, una fuerza que se manifieste en conjunto y celebre de la misma manera el triunfo de una y el triunfo de todas. Mujeres en comunidad que hablan el mismo idioma, que comparten los mismos valores y con las que se ha formado una red de apoyo que, más allá de inspiradora, se ha convertido en punta de lanza para maximizar el papel de la mujer en la vida económica de México.
La decisión de pertenecer a esta Asociación fue, precisamente, porque desde el inicio encontré todo lo que como mujer empresaria siempre busqué: manos que me impulsan, mentes que me motivarán, historias que me retarán a continuar y nunca detenerme. Y es que eso sucede cuando las mujeres se unen, los límites se olvidan, la resiliencia prevalece y las ganas de ser agentes de cambio se convierte en el motivo de ser de todas no sólo para nosotras, sino para nuestra comunidad.
El gran valor de ver a mujeres en comunidad representa más de lo que a veces nos imaginamos. Y es que no se trata de ser enemigas de nadie, sino de hacer que el reconocimiento mutuo se convierta en ese común denominador que nos impulse a sumar más mujeres a nuestra fuerza. Se trata también de empatía, de escuchar y ponerse en los zapatos de las demás. Se trata de fomentar la autonomía, de generar alianzas estratégicas. Se trata de traspasar fronteras profesionales y construir constantemente nuevos caminos de crecimiento. Se trata de hacerlo por una y por todas.
Las mujeres en comunidad encontramos valor incluso en las diferencias, nos olvidamos de la competencia para concentrarnos en el apoyo y en el impulso. Visibilizamos el talento y lo potencializamos, porque al final del día el reconocimiento de una mujer se volverá muy pronto el reconocimiento de todas las mujeres mexicanas. Crear equipo, desde AMMJE y desde dondequiera, es sinónimo de nuevos negocios, mejores oportunidades, mayor capacitación y un desarrollo efectivo y transformador que impacte en todas las áreas de las mujeres empresarias en México y, por qué no, en el mundo.
Romper de tajo con los estereotipos es el reto que nos debería mantener constantes, porque ya no existen razones para olvidar o dejar de lado la realización profesional y personal. Hoy, la historia se escribe a paso acelerado, y las mujeres tenemos que ser quienes dejen la huella impresa no sólo para nosotras y quienes vienen detrás nuestro, sino para las próximas generaciones, para todas aquellas niñas y jóvenes que en algún momento transformarán al mundo en comunidad. Esa es nuestra tarea.
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