Por Ana Itzel Hernández Ramírez
En un mundo marcado por profundas desigualdades, donde se demandan medidas contundentes para abordar las injusticias sociales, somos las mujeres quienes experimentamos de manera más aguda estos impactos. En este contexto, la movilidad urbana representa un elemento clave que puede tanto mitigar cómo profundizar estas disparidades, especialmente en el caso de las mujeres. Por ello, es necesario contemplar alternativas de alto impacto social, como la gratuidad del transporte público.
Aunque la idea de ofrecer transporte público gratuito no es nueva, son pocas las iniciativas que han adoptado un enfoque de género que reconozca específicamente las necesidades y dinámicas de las mujeres, quienes constituyen casi la mitad de la población. Entre estas necesidades se destaca la movilidad de cuidado. Históricamente, las tareas de cuidado han recaído sobre las mujeres, complicando sus patrones de desplazamiento los cuales han sido menos atendidos por las políticas públicas. Esto subraya la necesidad de soluciones que no solo faciliten el desplazamiento de las mujeres, sino que también sean operativas y financieramente viables.
En la Ciudad de México, por ejemplo, las mujeres constituyen el 52% de la población y enfrentan desafíos de movilidad que profundizan sus condiciones de desigualdad. Menores niveles socioeconómicos a menudo se traducen en mayores tiempos de traslado, limitando el acceso a oportunidades y profundizando las brechas existentes. Es fundamental entender cómo se desplazan las mujeres para identificar la mejor manera de beneficiarlas, especialmente en sus dinámicas de cuidado. A pesar de los retos para su análisis, es posible identificar tendencias claras; por ejemplo, el 47% de los viajes en transporte público no masivo son realizados por mujeres entre las 11 y las 12 horas, un periodo típicamente asociado con actividades de cuidado.