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Por Areli Paz
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Comer: Celebración cotidiana de sabores, texturas y emociones que entran por la boca. 

Comida: Lo más íntimo de una cultura. 

Boca: Arma letal, o disfruta o mata. 

Dice el terapeuta que las opiniones  buenas o malas que hacemos de alguien a nuestro alrededor solo refleja mucho de lo que somos y hacemos. 

Lo que sale de nuestra boca debe ser cuidadoso y medido. 

Lo que entra mucho más. 

La comida no solo son alimentos juntos en un plato con representación geográfica. 

Los sabores, colores, texturas y experiencias culinarias también representan nuestras emociones, nuestra forma de cómo nos relacionamos con la comida también tiene que ver con nuestra salud mental. 

Por eso, los trastornos alimenticios son tratados también por psiquiatras y terapeutas.

En la anorexia, crees que la comida te engorda y por eso limitas o evades comer.

En la bulimia crees que la comida te engorda, por eso debes sacarla de tu cuerpo. 

En el trastorno por atracón, no tienes freno, comer compulsivo te hace sentir bien. 

En la ortorexia crees que las lechugas y el agua te darán salud, es una obsesión por lo sano, eres un seleccionador o crees que lo eres. 

Son padecimientos mentales, graves y de consecuencias mortales cuando no conoces el freno. 

Mi relación con la comida siempre fue mala. En casa de la abuela tenías que comer todo, si te gustaba te daban doble y si no, también. 

Crecí creyendo que los pasteles, dulces y la lujuria gastronómica era sólo para las ocasiones especiales. 

Durante el proceso de depresión o ansiedad la comida se convierte en una tabla falsa de salvación, comes y bebes mucho para llenar un vacío, uno que regularmente no era en el estómago, sino en el alma. 

Luego dejas de comer porque sientes que cada bocado es enemigo. 

En el proceso de recuperar la salud mental también llegamos al comer bien. Lo sano me mantiene estable y genera las conexiones cerebrales necesarias para sobrevivir sin malos pensamientos, de esos catastróficos que sientes que te matan. 

Las mamás y papás deberían inculcar a sus hijos una fascinación por la comida, no de esa del atracón, sino de esa del disfrute en el que tus vacíos emocionales no tengan que ver con chocolates, hamburguesas o papas a la francesa con doble fritura. 

El sobrepeso habla mucho de las emociones, la ciencia ha encontrado que ese caparazón esconde mucho de lo somos y se traduce en mala salud. 

Sin querer la vida me llevó a la industria gastronómica y ha sido uno de los mejores descubrimientos de mi vida. 

¿Quién lo iba a decir? Hoy, amo y disfruto la comida, la buena bebida y la mejor parte es que no la uso para llenar vacíos emocionales. No tengo anclado el deseo de probar algo a una necesidad de evadirme. 

He logrado anclar los sabores a la emoción de una buena conversación, de amistades entrañables, de escapadas memorables, de sabores nuevos, de lugares únicos y de emociones que no me matan. 

Coman rico no solo es un buen deseo, es una oración cotidiana para que todo lo que entre a tu boca siempre sea algo que disfrutes, que recuerdes y que jamás sientas que te está matando por tus malos pensamientos. 

Por eso cuido lo que me llevo a la boca, porque cada bocado también son emociones compartidas, guardadas o dañinas. 

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@AreliPaz

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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