Por Areli Paz
Depresión: Emoción que te ata al pasado
Ansiedad: Emoción que quiere alcanzar el futuro
Equilibrio: punto de encuentro en el espejo, entre lo que se quiere y se siente
Ese día llegué de una fiesta, habían pasado semanas de “amigos”, fiesta, “diversión”, gasto excesivo, tequilas, vino, comilonas de muchas risas, muchísimas.
También de mucho ejercicio, sexo, pláticas, viajes, 7 mil planes, mucho trabajo y muchas, millones de carcajadas.
Me sentía perfecto. Me sentía “feliz”.
Los excesos de lo que sea son un síntoma, pero para el mundo el alto grado de felicidad es de celebrarse, aunque sea falso.
Perseguir el éxito y la aprobación diaria en lo que fuera se convirtieron en motor de vida. Un día se apagó y no me di cuenta.
Tenía todo, pero me sentía vacía, insegura y profundamente triste.
Otro síntoma, la tristeza es normal, pero la que viene inexplicable y logra que te desconectes poco a poco de lo que amas, es peligrosa.
En mi mente solo había una enemiga y era yo misma.
Esa noche en la ventana vi la puerta de salida.
Cuando me contaban historias de depresión o ansiedad solía tomarlo a broma, trataba de decirle échale ganas sin tener que mencionar la tan trillada y estúpida frase.
A lo mejor en el fondo me resistía a pensar que un día estaría ahí, parada, sudando frío y con los más malos pensamientos.
Pedir ayuda me salvó. No te mueres, pero al despertar debes replantear la pregunta ¿y luego?
No suelo dar consejos, pero si tú que me lees has pasado por momentos críticos en los que no ves salida, si sientes que la vida te rebasa y no te hace feliz nada, no estás solo o sola. Existen formas de recuperarse de poner tus últimas fuerzas en la siguiente meta que es la buena salud mental.
Luego es posible reconstruirse.
Luego, es posible quitar de la vida lo que no quieres y proteger lo que amas.
Te toca usar la triple r: resolver, responder y replantear.
Te toca usar todos los medios emocionales y físicos para poder recuperar el equilibrio y la paz mental.
Te toca ahorrar.
Luego hay que comer sano, hacer ejercicio, hablar menos y escuchar más.
Te toca llorar, mucho.
Luego hay que ir con un psicólogo y un psiquiatra.
Te toca ser paciente.
Te toca ser criticado, buleado o segregado de las “amistades”.
Luego te encuentras con mejores amigos y mejores personas que suman a tu vida, de hecho, un momento tan crítico te ayuda a ver realidades y valorar lo que sí tienes.
Te toca romper paradigmas y creencias que te han atado al pasado.
Te toca borrar los nunca y apagar los siempres.
Luego volverás a reír en exceso pero sin la necesidad de ocultar tu verdadero yo.
Perdonate, el pasado ya se fue.
Luego cometerás otros errores, porque esto de la vida justo se construye de eso para luego estar mejor.
No dejes nada para mañana.
Disfruta todo por chiquito o cursi que sea.
Deja de mentirte, si no se está bien no hay que estarlo a fuerzas.
Valora tus horas de sueño.
Valora a la gente que se queda a tu lado y con la que planeas disfrutar lo que sigue de vida.
Estudia idiomas, viaja, cocina, haz eso que crees no es para ti. Descubre ese ser humano que sí eres.
Yo no me morí, porque no era mi tiempo, porque no era la forma y tenía que sacar desde algún lugar de mi cuerpo la voluntad y fuerza para seguir viviendo.
¿Y luego? Doy lucha diaria a mis malos pensamientos. No siempre gano, pero ninguno hoy piensa en irse sin disfrutar.
Solía jugar con mi apellido y decir que esa sería la única paz que conocería.
He aprendido que estar en paz es un trabajo diario, arduo y altamente gratificante. Pero no es un regalo, es una decisión de vida.
¿Y luego? Te toca leer todos y cada uno de los artículos que este mes estará compartiendo Opinión 51. Cada texto está hecho con amor, cuidado, sensibilidad y la esperanza de que tú que nos lees quieras estar mejor cada día.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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