Por Azucena Cháidez, Directora General de SIMO Consulting.
En el contexto actual, ser mujer tiene incontables aristas. Las mujeres hemos aprendido y desaprendido roles y sin duda, cada vez hay más mujeres en cargos directivos y de toma de decisiones. Tanto que al parecer nuestro país tendrá por primera vez una mujer en la presidencia de la República. Sin embargo, hay roles que las mujeres han asumido históricamente y apenas empiezan a visibilizarse por ejemplo; la presencia de las mujeres en el campo no es nueva. De hecho, y según información de la Comisión Interamericana de Mujeres, aquellas que habitan en zonas rurales ocupan un rol predominante en la producción de alimentos a pequeña escala, la preservación de la biodiversidad y la recuperación de prácticas agroecológicas. Adicional a este papel, se observa que el campo ha pasado en las últimas décadas por un proceso de feminización—esto se refiere a la creciente importancia de su participación en actividades productivas no remuneradas, e incluso en el incremento de la propiedad de la tierra a manos de mujeres—como consecuencia de procesos de migración principalmente por parte de los hombres[1].
La participación de las mujeres en actividades agrícolas ha sido y sigue siendo muy diversa- y no siempre reportada en estadísticas oficiales. El trabajo de las mujeres en el campo se observa mayormente en datos gubernamentales dentro del estrato 1 de las unidades económicas rurales, es decir, el estrato que se refiere a una actividad “familiar de subsistencia sin vinculación directa con el mercado” y su presencia se disminuye conforme se transita a estratos superiores. Si bien la disparidad salarial que existe en los trabajos asociados al campo es amplia, cuando se suma el factor de género, esta brecha crece aún más: sólo el 11.9% de la mano de obra asalariada en el sector primario son mujeres y se presenta esencialmente en el ámbito administrativo o de empresa familiar. Esto nos lleva a un escenario donde la participación de las mujeres es bajísima en cifras oficiales, pero en constante crecimiento por la obligada feminización de las labores del sector primario frente a la migración masculina y su consecuente falta de mano de obra.
Para el caso de las mujeres, si bien entre 2013 y 2018 han aumentado su ocupación en pequeñas unidades económicas de agricultura (de 10% a 13.8%) y su remuneración (de 8% a 9%). Persiste además el problema de remuneración por su trabajo prestado, pues desde 2013 y a partir de datos oficiales reportados por el INEGI cerca de 9 de cada 10 mujeres no reciben pago.
La situación actual de las mujeres en el campo nos muestra una oportunidad para impulsar una mayor equidad laboral y un mayor reconocimiento a las tareas que actualmente ya desempeñan en el campo. Las tendencias muestran que lentamente hay avance, pero no al ritmo que el campo – y las mujeres- requieren. En la Visión de Futuro que presentó el pasado 19 de febrero el Consejo Nacional Agropecuario (CNA) se dio a la tarea, con apoyo de SIMO Consulting[2] presenta una serie de propuestas para capacitar, profesionalizar y mejorar la situación de las mujeres en el campo. Una perspectiva de género que tome en cuenta la importancia de mejorar las condiciones de los y las trabajadores como un cambio clave para que el sector crezca de manera sostenible. Estas propuestas incluyen alianzas público- privadas para mejorar competencias y capacidades e intervenciones para generar mejores condiciones salariales, un piso más parejo que reconozca la importancia de las mujeres en el sector.
[1] Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria, 2015.
[2] SIMO Consulting cuenta con más de 15 años de experiencia en investigación disruptiva para el cambio social, emplea metodologías innovadoras que desafían los paradigmas establecidos. Nuestro expertise abarca estudios electorales, inteligencia de mercado, políticas públicas y evaluación, así como el apoyo a organizaciones de la sociedad civil. A través de diversas metodologías, ofrecemos soluciones para análisis académicos, político-electorales, necesidades empresariales y decisiones de política pública.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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