Por Bárbara Tijerina
Nada revela tan fiablemente el carácter de una persona como su voz.
Benjamin Disraeli
Llegó el tercer debate y cada vez están más caldeados los ánimos. Hay quienes se empeñan en decir que “este arroz ya se coció” y que el resultado está cantado. Alguna vez escuché la frase que en política todos los días se echan las cartas, todo puede suceder. Dos semanas son mucho o muy poco, dependiendo de cómo se estén desarrollando las cosas en cada equipo.
Obvio es imaginar que mucha gente ya desea que sea el día de las elecciones y muchas personas se sienten cansadas de tanta propaganda en las calles, de tantas discusiones en las mesas, de tantos programas hablando del tema y de tantos cortes en la programación de los medios, para escuchar los spots de las campañas.
Yo sigo el lenguaje no verbal, esa comunicación que tanto dice y para cuya interpretación todo cuenta. Uno de los canales más importantes para transmitir emociones es la voz, pues está íntimamente relacionada con el sistema límbico (emocional) por ello la voz cambia dependiendo como te sientes: cuando estás alegre, vas a hablar más rápido, más alto, cuando estás triste vas a bajar el tono, vas a hablar más lento. Un discurso que se pronuncia con emoción llega más a la audiencia que aquel que se expresa de manera plana, sin inflexión, sin -aparente o verdaderamente- sentirlo y da la sensación de ser actuado o ensayado, sin autenticidad.
Al debate de este domingo Xóchitl llegó con una energía renovada, venía de la marcha de la marea rosa en donde la bandera, el himno, pero sobre todo el apoyo de la gente la cobijó y eso se podía ver en la seguridad con la que hizo su aparición en el lugar de la cita.
Habló segura, confiada, con la espontaneidad y agilidad que le caracterizan. Ya sabemos lo bueno, lo malo y lo regular de Xóchitl, por su forma de comunicar menos ensayada, se proyecta con naturalidad y a veces con tropiezos.
Desgraciadamente su punto focal estaba en otro lado que no era la cámara y perdimos ese contacto visual franco. Su tono de voz tenía matices y era distinto cuando hablaba de que ella sabe el tema de energías a cuando mencionaba seriamente a las madres buscadoras.
Claudia se comportó fiel a su guión, con una imagen muy cuidada (a diferencia de AMLO) se veía seria e impecable aunque también rígida; su lenguaje corporal no permite que la audiencia sienta que la conoce, ella es fiel a las líneas y a los movimientos que viene practicando desde hace meses que le dijeron lo que ella dijera.
Empezó más nerviosa y movía las manos con rigidez, poco a poco se fue soltando pero entraba en esta dinámica como de spot de campaña en donde el tono de voz no invita, no es creíble y parece más una recitación de escuela.
Se nota claramente que al primer debate fue más libre y se sentía más cómoda que en este en donde tenía que mencionar “los éxitos” de los proyectos del presidente. En el caso de Xóchitl, considero que fue a la inversa: más incómoda en el primer debate y más “ella” en este último.
Los candidatos tienen que convencer, persuadir, seducir y mirar a los ojos.
En tiempos de incertidumbre queremos saber qué tipo de liderazgos podríamos tener dirigiendo el país, la autenticidad hoy en día es un gran valor. Con Xóchitl tenemos una mejor apreciación de quién es ella, qué le gusta y qué no le gusta.
Con Claudia solo sabemos que es seria, que es rígida y disciplinada para apegarse al guión.
Después de los 3 debates seguimos sin saber quién es la verdadera Claudia.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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