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Por Brenda Estefan
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A pesar de las profundas diferencias entre Estados Unidos y China, este lunes el Secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, se reunió en Pekín con el presidente chino, Xi Jinping. Esta fue la primera visita de un funcionario de tan alto nivel desde que en 2018, el entonces Secretario de Estado, Mike Pompeo, estuvo en la capital china.

Las diferencias entre Pekín y Washington se han vuelto demasiado grandes como para ser resueltas en unas cuantas horas. Sin embargo, la visita del diplomático estadounidense a Pekín es una buena noticia si consideramos que las dos superpotencias rivales del siglo XXI prácticamente no se habían comunicado a un alto nivel desde hace siete meses, cuando Joe Biden y Xi Jinping se reunieron en Bali al margen de la Cumbre del G20.

La gira de Blinken estaba prevista para febrero de este año, pero fue pospuesta luego del incidente del globo espía chino que sobrevoló territorio estadounidense. Ahora bien, el que finalmente se haya llevado a cabo la visita no implica que la relación atraviesa por un mejor momento. Por el contrario, los roces militares entre ambos países han aumentado en los últimos meses y la propuesta estadounidense de una reunión entre los ministros de defensa el mes pasado fue rechazada por Pekín, dado que su ministro es objeto de sanciones por parte de Estados Unidos.

Existe una larga lista de puntos de tensión entre ambos países que, entre otros, incluyen: las maniobras militares chinas en torno a Taiwán y al Mar del Sur de China, el apoyo implícito que otorga Pekín a Moscú en la guerra en Ucrania, el tráfico de fentanilo, la rivalidad tecnológica, las sanciones estadounidenses contra los gigantes chinos de la industria digital, el trato a la minoría musulmana uigur en China, los globos espías chinos y la revelación de la existencia de una base de espionaje china en Cuba.

Ante tantos desacuerdos, ¿por qué buscar revivir el diálogo de alto nivel? Primero, porque los estrategas chinos y estadounidenses saben que la comunicación entre sus países es vital para evitar malos entendidos o errores de cálculo que tengan un trágico desenlace global. Y segundo, por sus propios intereses económicos.

La comparación de la rivalidad sino-estadounidense con la Guerra Fría es válida hasta cierto punto, pero existe una importante diferencia. Mientras que entre Estados Unidos y la entonces URSS no existían vínculos comerciales importantes, China y Estados Unidos mantienen intercambios comerciales significativos.

El reconocimiento de ello ha provocado un cambio en el enfoque que se tiene en Washington respecto a la relación con China, pasando del concepto de "decoupling" (desacoplamiento) al de "derisking" (disminución de riesgos). El desacoplamiento total entre las dos economías más grandes del mundo resultaría en un impacto negativo para ambos países y el resto del mundo. En cambio, la disminución de riesgos busca encontrar un equilibrio entre los intereses económicos y la necesidad de abordar preocupaciones legítimas en áreas como seguridad nacional, derechos humanos y propiedad intelectual. El concepto de "derisking" reconoce la importancia de mantener una cierta interdependencia económica que permita un crecimiento sostenible y la resolución de problemas comunes, al tiempo que se busca disminuir la dependencia estadounidense de China en bienes estratégicos, principalmente tecnológicos, y no proveer al gigante asiático de algunos productos sensibles.

En este contexto se entienden las recientes visitas de directores generales de grandes empresas estadounidenses, como Elon Musk, Tim Cook o Bill Gates, a la capital china, donde han sostenido reuniones con Xi Jinping.

Las palabras de Kurt Campbell, coordinador de la política para el indo-pacífico de la administración Biden, son pertinentes: "La intensa competencia requiere una intensa diplomacia si queremos gestionar las tensiones". China y Estados Unidos deben aprender a estar en desacuerdo sin poner en riesgo la paz y la estabilidad mundial, y sus propios intereses económicos.

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@B_Estefan

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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