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Por Brenda E. Crabtree, Infectóloga e investigadora en temas de VIH. SNI nivel II.
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Hace unos días, un participante de un protocolo de investigación del cual yo soy responsable gritó, insultó y amedrentó a la doctora y coordinadora del estudio, en forma repetitiva. La sala de espera estaba llena, todos siendo testigos, no había personal de seguridad y nadie hizo nada… Además de la violencia, el problema es que nadie sabe cómo afrontar esas situaciones ni cómo denunciarlas.

Se habla con frecuencia del maltrato y malas prácticas de los profesionales de la salud hacia los pacientes, lo cual es verdaderamente lamentable, sin embargo, para eso existen en la gran mayoría de las instituciones, buzones de quejas, instancias que acudir o protocolos bien establecidos para actuar.

En su contraparte, poco se habla del maltrato de pacientes a profesionales de la salud especialmente a mujeres y los protocolos de acción ante dichas situaciones.

Recientemente, en Italia, se han tenido que establecer normativas de seguridad en muchos hospitales, derivado de casos cada vez más frecuentes de violencia física a profesionales de la salud por parte de pacientes o familiares y esto, principalmente hacia mujeres.  De lo anterior, lamentablemente hay vasta evidencia en muchas partes del mundo: en 2019, un metaanálisis realizado Liu et al. que incluyó estudios de varios continentes, reportó que la prevalencia de la violencia contra los profesionales de la salud por parte de pacientes y visitantes fue de hasta 61%, llegando a presentarse violencia física hasta en el 24% de ellos.

Si bien estos hechos están centrados en la violencia por parte de pacientes y visitantes, múltiples estudios en todas las regiones del mundo han documentado que los compañeros de trabajo y supervisores son también quienes forman parte de la violencia ejercida hacia los profesionales de la salud y esto, abrumadoramente más frecuente, en contra de las mujeres. Lo anterior es aún más relevante, si consideramos que el 70% de los profesionales de la salud son mujeres a nivel global.

Encuestas a residentes mujeres (médicas que están haciendo su especialidad) de áreas quirúrgicas han reportado que, durante toda su carrera como cirujanas, la abrumadora mayoría se ha sentido discriminada por su género por parte de pacientes, pares hombres y/o superiores, en donde se hace notar en forma explícita que se prefiere realizar alguna intervención quirúrgica por sus pares hombres, en vez de por ellas. Lo anterior, lejos de ser un hecho reprobable, se ha normalizado.

De igual manera hemos normalizado que, por años y décadas, al entrar a ver a un paciente, a nosotras nos digan “señoritas” y a nuestros compañeros o alumnos hombres, les llaman “doctor” y muchas veces, a pesar de que se les hace la corrección, persisten en llamarnos en forma inadecuada. No sólo estas actitudes vienen por parte de pacientes y familiares, sino también por afanadores, técnicos, camilleros, etc. Asimismo, es frecuente que, al presentarse ante los pacientes, piensen que están en espera del médico que los va a atender, sin pensar siquiera que la médica tratante puede ser una mujer.

Es decir, hay un sesgo y estereotipo de género que raya en la violencia cotidiana y consistente y que tristemente está permitida.

El problema resulta multifactorial. En muchas regiones del mundo, derivado de la pandemia de COVID19, se ha hecho evidente la debilidad de muchos sistemas de salud que se han visto rebasados por la gran demanda en la atención a la salud.

En nuestro país, además de una sociedad violenta para las mujeres, se ha desvirtuado a nuestro gremio de muchas maneras en forma reciente por parte de las más altas autoridades. Lo anterior, ha promovido un ambiente de ríspido entre los usuarios de las instituciones de salud y sus proveedores.

Por otro lado, a pesar de que el alumnado de las universidades de medicina en México la mitad o más, son mujeres desde hace más de 4 décadas, en los Institutos de Salud de nuestro país, sólo 6% de los puestos de dirección corresponden a mujeres. Si bien lo anterior ha ido cambiando poco a poco y de forma muy reciente como en las nuevas direcciones del Instituto Nacional de Geriatría, de Pediatría y Hospital General que son actualmente ocupadas por mujeres, este hecho no necesariamente marca una tendencia y claramente se necesita más... Para ser claros: en la Academia Nacional de Medicina en México, tuvieron que pasar 156 años para que pudiera haber una directora mujer a la que, por cierto, le ha seguido un hombre. Y es que, para poder aspirar a puestos de alta dirección, se requiere haber estado en jefaturas previas, lo cual, es aún difícil de cumplir dado el estatus quo… por lo que ahí también, figura un candado para lograrlo.

Estas limitantes y esta poca representación de las mujeres en puestos de liderazgo tanto históricamente como hoy por hoy, ha sido por años, décadas y siglos un terreno fértil para la violencia de género en el ámbito de la salud.

Estoy a un año de cumplir 30 años de haber comenzado a estudiar medicina. A la fecha, no conozco a ninguna mujer en el sector salud que no haya vivido algún tipo de violencia o acoso por parte de un hombre del mismo gremio y/o paciente.

Esto debería ser un escándalo… y por eso, nosotras también marchamos #8M.
✍🏻
@BrendaCrabtreeR

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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