Por Brenda Macías
Solo pasaba por aquí para recordarles que –desde hace tiempo– gracias a las luchas feministas, el hombre (onvre) ha dejado de ser la medida de todas las cosas. Y este cambio se nota gracias a la conocida y muchas veces incómoda: lengua incluyente.
Esta lengua es amada por algunas personas y odiada por otras. Ponerla en acción requiere de conocimiento situado, de cierta conciencia de género, de concentración, de un compromiso de cambio, de hacer un esfuerzo por la visibilización de las mujeres.
Y eso, a veces, según mis fuentes, resulta extenuante.
Especialmente para quienes guardan las formas y las buenas costumbres, para quienes creen ciegamente en los mandatos de los –señoros– eruditos de la Real Academia de la Lengua Española.
Por fortuna, para todo hay remedio y en mis manos tengo una vocabularia. Se trata de la publicación Antimanual de la lengua española para un lenguaje no sexista del Centro de Investigaciones y Estudios de Género –el CIEG– de la UNAM.
Esta bibliografía se suma a cartillas, guías y otras pautas realizadas por la Facultad de Medicina, el Senado de la República, los Institutos de Transparencia en los estados, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, el Instituto Nacional de las Mujeres, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, la Universidad de Valencia, y otras instituciones que se han subido al tren. Basta con hacer una exploración por Google para encontrar más intentos.
La publicación del CIEG es de fácil lectura, en menos de 50 páginas las autoras nos activan la lengua incluyente. Nos invitan a usar palabras como “preámbula”, “léxica” y “vocabularia activista”. ¿Te dan ñáñaras al leer esto? Toma un respiro y abre tu mente (No se claven, solo incomoden. Hagan grupos de tres y comenten).
A las autoras las conozco y las admiro por ser representantes del bloque negro de la lengua: Marisa Belausteguigoitia Rius, Amneris Chaparro Martínez, Modesta García Roa, Janaina Maciel Molinar, Hortensia Moreno Esparza, Alejandra Tapia Silva, César Torres Cruz y Salma Vásquez Montiel.
Antimanual de la lengua española está disponible en acceso abierto.
Recomiendo su consulta a todas las colegas periodistas y a las camaradas investigadoras de las ciencias duras, blandas, rugosas o suaves. Para todas.
Me gusta este Antimanual porque está fundamentado en el juego, en el sentido del humor, en el pensamiento antidogmático. Me parece que es una puerta abierta para ejercitar la lengua, para evitar que se entumezca de machismos.
Antimanual nos permite hacernos presentes como mujeres y para mostrarnos que hay otras formas de ser y estar en el mundo más allá de los binarismos de género y la genitalidad como base de la identidad, la expresión y la orientación.
En las presentaciones que se han hecho de este documento NO oficial, en diversas ferias del libro como la de Guadalajara y la de Minería, las autoras han confirmado que Antimanual de la lengua española se une al reclamo contra la violencia simbólica hacia las mujeres, hacia todas las subjetividades feminizadas que existen y a todas las existencias. Porque –como sabemos– la violencia de género ha atravesado, no sólo la entrepierna de las mujeres, sino hasta su lengua.
Con esta insurrección llamada Antimanual de la lengua española para un lenguaje no sexista, la UNAM hace aparecer a las mujeres en el espacio público y universitario, y pone a trabajar a la policía lingüística que llevamos dentro.
Me parece un pequeño avance para reconocer que la lengua incluyente es un dilema, una incomodidad, porque es difícil incluir giros, asteriscos y la horrorosa equis para marcar “al género”, para reconocer a las identidades no binarias, lo cuir, lo que no cabe en ninguna parte. ¡Qué maravilla! ¡Lo celebro!
Reitero. Este libro NO es un documento oficial, pero sí una invitación a hacer un esfuerzo para incluir a todas las identidades, a las personas de la disidencia sexual, y a luchar contra la heterosexualidad normativa y los discursos hegemónicos. Es un juego verbal. ¿De acuerdo?
¡Venga! ¡Enhorabuena por su publicación!
¡Hasta la próxima entrega!
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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