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Por Claudia de Buen

Hablar en primera persona de una historia en la cual la protagonista fue víctima de violencia de género y gremial, sin que parezca que se está victimizando, es muy difícil. No hablarlo, o no denunciarlo y mantener el silencio, equivale a una revictimización. De cualquier forma, se hable o no, se denuncie o no, la percepción será en el sentido de que la protagonista se victimiza; por cierto, es el ataque preferido de los machistas. Entonces, ¿qué hacer? si se narra, se victimiza; si no, se revictimiza y la conducta violenta se repetirá y se repetirá, hasta que alguna se atreva a denunciarlo. Hablemos pues y que la historia y las evidencias pongan las cosas en su lugar.

Ingresé a la Barra Mexicana, Colegio de Abogados (BMA) un día 23 de febrero de 1995 y exactamente el mismo día, pero 28 años después, terminé mi período presidencial, en un Colegio muy diferente. Cuando ingresé, lo primero que noté fue el dominio masculino, sobresalían algunas -poquísimas- mujeres valientes que aspiraban a que la inclusión fuera una realidad, y a ellas me uní pronto.

Mi primer congreso, en Querétaro, en el emblemático Teatro de la República, fue muy emocionante; escuchar a grandes expositores en cuyos libros había estudiado, me confirmó que había sido un acierto asociarme. Me sentí muy contenta, a sabiendas de que la inclusión en la Barra era una tarea pendiente.

Formamos, no sin renuencias, la Comisión de Derechos de la Mujer, hoy de Igualdad de Género, cuyo principal objeto fue el análisis, conocimiento, y reconocimiento de los derechos de las mujeres en un mundo asimétrico; en el presente, desafortunadamente dista mucho de ello.

La planilla oficial para el consejo directivo de esos años no incluía mujeres. Haciendo un poquito de historia, la primera consejera fue María Becerra González, de 1969 a 1971. Solían haber una o dos consejeras de veinte, lo que sucedió hasta 1985.  De 1986 hasta el año 2000, inicio de un nuevo milenio, no hubo una sola mujer en el Consejo. En 2001 fue consejera Loretta Ortiz, después lo fueron Cecilia Azar y Carmen Quintanilla. Ingresamos como consejeras Patricia Kurczyn Villalobos, mi mentora y amiga, y yo en 2003. Paty por 4 años, yo por tres. Al mismo tiempo entré como consejera de la ahora Fundación Barra Mexicana.

Ante la falta de mujeres en su planilla, decidimos conformar una planilla alterna, que entregamos al entonces candidato de la oficial. Su expresión lo dijo todo, sorpresa e incredulidad, pero también cierta preocupación, por lo menos, es lo que percibimos. No obstante, actuó correctamente, y de inmediato nos buscaron los consejeros para ofrecernos ocupar algunas coordinaciones y subordinaciones de las comisiones y comités (entonces) de estudio y ejercicio profesional: misión cumplida.

Marcamos un parteaguas que poca gente reconoce. Así empezó nuestra lucha, hasta que gané democráticamente las elecciones para ocupar la presidencia del Colegio en 2018 y que, es importante mencionar, siempre había sido decisión de los expresidentes. Me salí del huacal: mujer y no elegida por los expresidentes, realmente consideran que fue una osadía de mi parte hacerlo.

Desde mi ingreso, ocupé cargos en alguna comisión o encomienda especial que me fue solicitada. Siempre trabajé para mi Colegio, con mis propios recursos. Durante 24 años la experiencia fue muy buena; mi trabajo satisfactorio dentro de la agrupación y la Fundación. Hice amistades que trascienden a la profesión.  El trato con los colegas, y los expresidentes, así como los miembros del Consejo Directivo fue muy positivo, salvo algunas contadas excepciones que me veían como un riesgo para su androcentrismo, y vaya que tenían razón… fueron visionarios misóginos que no aceptaron que una mujer empoderada y comprometida, ocupara un cargo de tal relevancia... sabían que una mujer no controlada, daría problemas.

José Mario de la Garza me propuso ante la Comisión de Elecciones para ser consejera, y me integré con voto favorable de los electores, en donde trabajé mucho del brazo de mi presidente, para hacer un gran congreso en Chiapas, y realizar cambios muy importantes estructurales, entre otros, en temas de género e inclusión de jóvenes. Coordinamos una obra colectiva que publicó Tirant Lo Blanch, “El derecho desde una perspectiva de género”.

El equipo de trabajo era formidable, había camaradería, respeto, colaboración, y realmente me sentí con el ánimo de escalar a una posición más alta, la segunda vicepresidencia de la Barra. Mi intenso trabajo y las aportaciones hechas, me hicieron sentir merecedora de tan importante cargo.

Pero… siempre hay un prietito en el arroz: el presidente electo Héctor Herrera Ordoñez, quien dividió brutalmente al Consejo con una corta visión de lo que el Colegio debía de hacer y representar, se opuso terminantemente.  Se opuso a todas las iniciativas que vinieran de José Mario de la Garza, de sus amigos y colaboradores cercanos. Así pues, no me quería en su equipo y lo anunció a diestra y siniestra, asegurando que me bajaría del Consejo, y ahí estuvo uno de sus errores.

Yo no estaba dispuesta a que borraran todos los años de trabajo intenso y desinteresado por un tema de fobias. En la siguiente Junta de Consejo, hice del conocimiento de los consejeros esta idea que me venía rondando en la cabeza, lanzarme a la segunda vicepresidencia. Cuando lo hice, la cara de asombro, y gusto de unos con aplausos incluidos fue muy satisfactoria; el enojo de Héctor Herrera, y de una consejera, Laura Rodriguez y algún otro seguramente, fue evidente.

Héctor Herrera me citó a cenar y solo sentándome me dijo: “me caes muy mal, pero como ya anunciaste que quieres ser segunda vicepresidenta, no te puedo sacar del Consejo como pensaba hacerlo, por lo que vamos a tener que trabajar juntos”. La absoluta falta de modales, de educación, de camaradería y hasta perspectiva de género, me dejaron casi sin palabras, no obstante, nunca pensé que su enojo se convirtiera en venganza y en odio. Le respondí: “no se trata de ser amigos, sino de trabajar en favor de nuestro Colegio y de la abogacía”.

Posteriormente, mis amigos (sí, amigos hombres) me convencieron de que debía de ser la primera mujer en contender por la presidencia, y que me olvidara de la segunda vicepresidencia. Así lo anuncié en los siguientes días, presentando mi candidatura y plan de trabajo en las oficinas del Colegio. Éramos tres candidatos, yo la única mujer. Para el sector conservador empezó la pesadilla, para mí y muchos y muchas que creían en mi proyecto, la lucha por llegar a ser la primera presidenta de la BMA, y serlo en el centenario del Colegio, como algo emblemático.

Algunas barristas empezaron a tratar de que me retractara; tres “amigas”: Ana Ma. Kudisch (actual presidenta electa), Laura Rodríguez Macías (consejera que ha pedido no colocar mi fotografía en la galería de presidentes), y otra más cuyo nombre me reservo, me buscaron en lo individual y conjuntamente, para convencerme de retirar mi candidatura; había pensado que mis colegas me apoyarían, craso error.

Mi decisión, sin embargo, era firme; el compromiso conmigo misma y con las mujeres y hombres que creen en la igualdad y la inclusión, fue total, y luché por llegar a ser la primera presidenta, aunque, suponía yo, tenía pocas posibilidades de lograrlo. Por ello hice una campaña en muy poco tiempo y con varios obstáculos puestos por el mismo personaje; recorrí diversos estados de la República, en donde presenté mi plan de trabajo.

Aclaro que, para ser presidente se debe ser primer vicepresidente por dos años. Gané por un margen muy cómodo las elecciones, dos años de primera vicepresidenta y dos de presidenta.  Obtuvo la segunda vicepresidencia Víctor Oléa Peláez, quien, entre otros, fue de los que me animó para ir a la primera.

Fueron años muy fatigosos. Por ejemplo, el día de nuestra toma de protesta, Héctor, como presidente y yo como primera vicepresidenta, me sentó entre el público en lugar de poner un lugar en el presídium como me correspondía, clara violencia, no disimulaba ni un poco. No dije nada, mejor llevar la fiesta en paz.

De inmediato el presidente Herrera Ordoñez estableció un cambio de funciones, quitándome las que le correspondían a mi cargo, y dándoselas al segundo vicepresidente, Víctor Oléa; me impidió participar en la organización del congreso en Mazatlán; en ninguna asamblea habló sobre los logros hechos por mí pero sí de los demás consejeros, es decir, me invisibilizó. Él y sus aliados creían que tener a otras mujeres en el Consejo, los legitimaba para decir que son incluyentes, pero no es así.

Quien preside la Barra, preside el Consejo Directivo, y la Junta de Honor, esta última conformada por los cinco últimos expresidentes, el vicepresidente, el presidente, tres barristas titulares, tres suplentes y secretario(s), es decir, la tienen cooptada.

En mi primera sesión de la Junta de Honor, el expresidente Carlos Loperena me increpó diciéndome que no debería yo de presidir la Junta por mi falta de experiencia (léase capacidad, pues soy mujer) y que debería de continuar presidiendo Héctor Herrera o él mismo como el veterano de los presidentes de la Junta... Fue una “cordial bienvenida”, una pequeña muestra de lo que me esperaba, y sí me ofendió. Obviamente no cedí.

Algo que detonó, creo yo el enojo mayor, fue una queja en contra de unos abogados penalistas interpuesta por una ex clienta de mi Despacho. Yo no la estaba representando; lo hacía otro abogado consejero también ajeno a Bufete de Buen, y obviamente yo me excusé.

Entonces empezaron las llamadas, mensajes y visitas a casa, de penalistas interesados en que no fuera juzgado un penalista, y las amenazas en el sentido de que, o mi clienta quitaba la queja o yo no me la iba a acabar, confirmando que esa forma de proceder, es decir, presionar con denuncias penales en juicios familiares y civiles, era su modus operandi y su modus vivendi, literal. Entonces, los abogados penalistas me invitaron groseramente a dejar su chat institucional, y algunos me insultaron, lo que desde luego tengo debidamente documentado. Me abstengo de decir nombres, pues las amenazas son serias y son muy populares entre la tropa. Claramente, si me sucede algo, todos podrán imaginarse la autoría.

Me denostaron en los medios de comunicación y redes, pagando incluso inserciones. Entonces el estrés era tan intenso, que ya empezaba a cobrarse la factura en mi salud emocional y física.

Los preparativos del Centenario debían de seguir, casi sin apoyo. Víctor Oléa me pidió encargarse de la moneda conmemorativa y de la elaboración del libro del Centenario de la Barra. Mi sorpresa fue que, cuando vi la última versión, porque no me lo querían enseñar, me encontré con que a todos los expresidentes les dedicaron varias cuartillas en las que aportaron sus experiencias y anécdotas, sin embargo, a pesar de haberme hecho la historiadora dos largas entrevistas, por instrucciones de Víctor Oléa, omitió transcribir mi historia y a cambio puso una pequeña semblanza de unos cuantos renglones, no actualizada, sacada de internet. Otra forma más de invisibilizarme. Ya nada se podía hacer porque el libro ya estaba impreso.

Busqué en varias ocasiones un acercamiento con Víctor Oléa para tratar de ir ambos en el mismo sentido; ante mí reconoció que fue el propio Héctor Herrera quien dividió a la BMA. Sin embargo, me di cuenta de que era una falsa alianza, para que yo lo apoyara en temas que le convenían, como tener a su cargo hacer el libro; la aparente armonía se desvanecía con acusaciones absurdas para justificar conductas hostiles provenientes de él o de sus principales aliados en el Consejo Directivo: Cristina Vizcaíno, Ana Kudisch y Jorge Sepúlveda.

Víctor Oléa, con el apoyo irrestricto de los expresidentes, empezó a manipular al Consejo Directivo; después de tanto golpeteo, dos valiosos consejeros renunciaron, hartos de la violencia en nuestra contra, uno al Consejo y el segundo al Consejo y a la Barra. Dos miembros de la Junta de Honor, y un secretario de la misma, de plano también renunciaron.

Les pedí a los expresidentes que nos reuniéramos, para tratar de encontrar una solución ante la división y el mal ambiente que percibí en el Consejo cuando protesté como presidenta y que se extendió a lo largo de los siguientes meses pero con mucha más violencia; sin embargo, me enteré que en la reunión  pensaban pedir mi renuncia (diciembre del 2021) a cambio de un homenaje, todo un plan de cambiar oro por espejitos… Aclaro que, dentro de ese grupo, hay tres, quizá cuatro ex presidentes que han sido amables y hasta aliados. Cancelé la reunión.

Enojados, el chat de expresidentes y presidenta, recibí de Carlos Loperena, una invitación “atenta” para que me retirara del chat:

Si mis pares son de otra opinión, que se vuelva a convocar para saber con quién vamos, porque ese no era el plan. Incluso, creo que el presidente o presidenta en su caso, no debe estar en este Chat, pues es de expresidentes, que tenemos opiniones independientes y diversas en muchos casos a quienes están hoy a cargo del colegio y necesitamos hablar entre nosotros sin que la presidenta esté necesariamente directamente enterada de lo que decimos. También los órganos del colegio tienen medios de comunicación en donde nosotros no estamos ni debemos estar

Te invito, con todo respeto, a que salgas de este Chat.

Ningún expresidente salió a mi defensa pidiendo respeto a la mujer, a la colega, a la presidenta, inaudito. Los valores se han perdido, quizá porque no se trataba de una familiar de ellos, o socia de su despacho. Quizá lo hicieron en corto, pero eso no lo sé. No dejé el chat y me defendí claramente; le escribí en privado dada la supuesta “amistad” y confianza que había, y Carlos tuvo la osadía de compartir nuestra conversación en el chat de expresidentes:

CARLOS LOPERENA: Quiero que sepan que la presidenta me contestó privadamente esto que dije entre ustedes:  Se los voy a transcribir para que estén enterados de lo que le dijo y de mis respuestas

CLAUDIA DE BUEN: Carlos: eres bastante grosero, cada vez más.

No entiendo las causas de tu grosera respuesta, ni tus comentarios. Crea otro chat de expresidentes si quieres. Yo no me metí al chat, me incluyeron y creo MUY importante tener una forma de comunicarnos la Presidente y los expresidentes.

CARLOS LOPERENA: No son groserías. Todo lo enfocas a eso. Tienes que ser objetiva y ver en donde estas parada. Estás destrozando la barra por tu ineptitud. No es grosería es una realidad.

Lo mismo te diría si fueras hombre, porque no se trata de ser la víctima mujer. No es misoginia es tu ineptitud lo que refleja lo que está pasando en la barra. Ya te renunció un miembro de la junta honor, ya tuviste que echar al presidente de la fundación, ya te renunció el de la educación continua. Estamos pidiendo a otros que no renuncien por bien de la barra. Lo peor del caso es que no te das cuenta de lo que estás destruyendo

CLAUDIA DE BUEN: Eres patético

CARLOS LOPERENA: Mira quién es la ofensiva. Me he cuidado de no ofenderte y sólo decirte que eres verdaderamente inepta. Te quedó grande el cargo y te refugias en la misoginia. Buen pretexto para lo que estás haciendo

CLAUDIA DE BUEN: Te exijo respeto

CARLOS LOPERENA: Te lo he tenido

A pesar de su hostilidad. torpeza, y quizá por la amistad que nuestros padres tuvieron muchos años atrás, acepté la propuesta de un miembro de la Junta de Honor de mediar para solucionar el conflicto, y si bien, Carlos Loperena se presentó en la cita, siendo los mediadores dos barristas de reconocido prestigio, al empezar a hablar yo, se enojó y salió de la sala furioso, sin argumentos, gritando que a eso no había venido.

Así, transcurrieron dos años en los que estuve completamente sola, sin apoyos de ninguna especie y con una violencia permanente incluso la traición de aquellas que una vez fueron mis muy queridas amigas, y de aquellos y aquellas a quienes apoyé en muchos momentos. Muy doloroso, y muy sorpresivo saber que había tanta miseria humana.

Cada día eran más hostiles. Por ejemplo, los del grupo dominante me “exigió” hablarles de usted porque decían que no somos iguales… y ¡claro que no lo somos!

Saqué adelante y coloqué en un espacio muy especial el canal BarraTv, con un rating importante, pues invité a personalidades a conducir programas y diseñamos una programación vanguardista, incluyente y de alto nivel. Conseguí duplicar el número de mujeres barristas. Atraje a jóvenes y les di un espacio muy importante en el Colegio. Hice tres congresos regionales y uno nacional, todos con motivo del Centenario de la BMA. Hablo en primera persona porque el Consejo no me apoyó en nada y me dejó prácticamente sola en estos proyectos. Me apoyaron básicamente barristas ajenos al Consejo, y el personal del Colegio. Todo iba muy bien, a pesar de las hostilidades pero había que buscar algo para que yo renunciara.

El colmo fue cuando Héctor Herrera ideó un caso para poner una queja en mi contra por supuesta violación al código de ética, que se juzga por la Junta de Honor. Para que proceda una queja, es requisito que la violación se de por el ejercicio de la profesión. El evento al que alude en su queja Héctor Herrera, sucedió en Madrid, en la cena de gala de clausura de un congreso internacional de la UIA (Union Internationale des Avocats) y me humillaron nuevamente  frente a los líderes de la abogacía internacional.

Al yo llegar a la mesa de la Barra, en la que estaban ya sentados Héctor Herrera, su esposa e hija y Víctor Oléa con su esposa Beatriz Guerra, me impidieron sentarme, incluso recargando las sillas en la mesa (de una falta de educación increíble, pero eso sí, todos vestidos elegantemente). Me sentí confundida y muy humillada y no pude sino decirles que era una falta de respeto y una bajeza, y me retiré. Cuando me iba, me vieron e invitaron a su mesa mis amigos del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México.

Por esos hechos, que no son violatorios del Código de Ética del Colegio, el señor Héctor Herrera interpuso una queja en mi contra, manifestando que había yo insultado a Víctor Oléa, y que él se había sentido ofendido por mis ademanes corporales, seguramente por mi sorpresa y enojo aunque no entendí a qué se refería… Inaudito y ridículo. Nunca dijo que yo lo hubiera a él ofendido.

Víctor Oléa, a pesar de ser el supuesto aludido y “víctima” de mis expresiones corporales, no se excusó de conocerla no obstante su claro conflicto de intereses. Los expresidentes la admitieron para mi sorpresa y no permitieron que los dos suplentes votaran -ante la ausencia de Herrera y mía-. Héctor ofreció a dos testigos falsas, (dos consejeras) que no estaban cuando sucedieron los hechos. Viendo las claras violaciones al proceso, una de las miembros de la Junta de Honor, propuso la aprobación de un protocolo para juzgar con perspectiva de género, el cual no fue ni siquiera considerado, una vergüenza. Yo me pregunto, si estos señores permitirían que desprestigiaran y ofendieran a las mujeres de sus familias, como lo han hecho conmigo.

Al tiempo, las y los consejeros de la BMA y de la Fundación, hicieron pronunciamientos en mi contra, que publicaron en todas las redes y chats oficiales, quesque porque no apoyé el lenguaje incluyente, o porque supuestamente despojé a la Fundación de un espacio dentro de las oficinas del Colegio… una serie de infundios que cayeron por su propio peso.

Paralelamente, en las Juntas de Consejo el secretario de este, Jorge Sepúlveda García me insultó una y otra vez, con frases como “usted no tiene capacidad cerebral”; a la siguiente junta “no quise decir que no tiene capacidad cerebral, sino que no piensa” (menos mal…); usted es lo peor que le ha pasado al Colegio, y cómo habiendo tantas mujeres brillantes, la fueron a elegir a usted…”. Su sola presencia me causa ansiedad, porque no estoy acostumbrada a tal violencia y falta de educación. Nadie, jamás, me ha insultado como este señor y me reta diciéndome que le ponga una queja en la Junta de Honor.

La segunda vicepresidenta Cristina Vizcaíno, inseparable de Víctor Oléa Pélaez, desde el primer momento se refirió públicamente a él como el presidente electo, tratando de invisibilizarme… ni así lo logró. Se oponía a todas mis propuestas, era una especie de vocera a quien echaban a andar para obstruir mi trabajo y cuidar a su líder, como ella se refería a él. Ana María Kudisch se cansó de hablarme de forma grosera e incluso gritarme en las mismas juntas de consejo, por cualquier razón que se le ocurriera. Todas estas juntas están videograbadas por la propia BMA y los asistentes tenemos el material correspondiente.

El jueves 23 de febrero de este año culminó mi presidencia. Los expresidentes en su mayoría, asistieron al evento, y salvo dos, ninguno de los demás aplaudió mi informe, cuando muchos de los asistentes se levantaron de sus asientos para reconocer mi trabajo y mi resiliencia seguramente.

Cuatro días después me expulsaron de todos los chats oficiales, tanto de capítulos (22) (los propios presidentes lo hicieron a petición de Cristina Vizcaíno, algunos disculpándose conmigo, o ella directamente lo hizo ante su negativa…) salvo dos, que me mantuvieron; y de los de las comisiones (son 42), a través de la dirección del Colegio, por órdenes del Presidente. Él personalmente me sacó del chat oficial, en el que se proporciona la información general a los barristas. Es decir, no nada más me invisibilizaron, sino que me negaron mi derecho a la información de los eventos, pronunciamientos, programación de BarraTV, e hicieron evidente que me sacaban de estos, fue muy humillante. Una autocracia de vergüenza, que ha tenido el efecto contrario.

Como no tenía ningún espacio en donde reclamar por tales acciones, ya que el mismo Presidente bloqueó mi contacto de sus redes y mensajes, recurrí al chat de expresidentes a preguntar la razón de mi denigrante expulsión, que no tenía precedentes.

Víctor Oléa Peláez me acusó entonces de victimizarme… me dijo que no podía estar en los chats de la Barra por ya no ser presidenta, y que no iba a permitir que siguiera dividiendo al Colegio, etc…

Otro expresidente, Luis Madrigal, pidió que no se discutieran esos temas porque se trata de un chat de amigos, no institucional. Entonces decidí salirme del famoso chat de amigos, no sin antes hacerles llegar una carta que se llama “Reflexiones” que el mismo Luis Madrigal se encargó de publicar en los chats oficiales sin mi autorización, la cual está en redes, y que explica su comportamiento hostil y mi salida de ese específico chat.

Aunado a lo anterior, no se develó mi fotografía en la primera Asamblea para colocarla en la galería de expresidentes, a pesar de ser esta la costumbre. Tampoco aparezco en la página de internet del Colegio, en la sección de galería de expresidentes, o sea no existo.  Otra humillación y bajeza más, sin precedentes.

Finalmente, como se supo, no fui convocada a la comida que el Presidente Oléa Peláez organizó en el Restaurante San Ángel Inn con todos los expresidentes, cuya fotografía el mismo Víctor Oléa publicó en las redes sociales, la que llamó mucho la atención.  Fue un insulto para muchas mujeres y hombres que se percataron de que no fui incluida, por el contrario, que están sentados elegantemente ataviados y no la única expresidenta. Eso sí, gran convocatoria, ahora si casi todos acudieron, después del vacío que me hicieron en los eventos durante mi bienio.

Los barristas y en general la gente me pidieron explicar por qué no fui; obviamente, porque no fui convocada. Entonces me di cuenta de que esta Barra, no tiene nada que ver con la que yo conocí hace 28 años, que no cumple con el objeto social que aparece en el artículo 2, de los Estatutos y que señala: “El objeto y fin de la Asociación es: … II. Fomentar en sus asociados y en la sociedad el espíritu de equidad, de justicia y de lucha por la plena realización de la seguridad, la justicia y la defensa de todos los principios del derecho.” Ha habido más de siete pronunciamientos de colectivos y asociaciones de mujeres, y muchas quejas por la violencia de género y gremial que han ejercido en mi contra. La BMA en lugar de disculparse, se ha inculpado con sus tristes pronunciamientos y cartas de apoyo, de ellos para ellos.

Mi labor de visibilizar el trabajo de las mujeres estaba hecho; había un retroceso brutal por el odio y la misoginia de muchos pero ya no está en mis manos. El hecho de que Ana Ma. Kudisch sea la próxima presidenta, no significa apertura, ella ha sido de las personas que más me han atacado, gran aliada de Héctor Herrera, de Víctor Oléa y de Jorge Sepúlveda, por lo que, lejos de significar una continuidad en temas de inclusión y género, significa un verdadero retroceso.

Inaceptable aguantar los nuevos agravios; lamento que no exista la autocrítica y la reflexión. En un país con tantos conflictos, en lugar de optar por trabajar de manera conjunta y coordinada en favor del Estado de derecho, se han concentrado en obstaculizar la labor de la primera presidenta. Nadie merece el trato que recibí desde que asumí la vicepresidencia y presidencia, por más que se tengan diferentes visiones respecto de la colegialidad de nuestra profesión o de las formas de trabajar en favor de nuestra sociedad. Todas estas razones me llevaron a presentar mi renuncia el 5 de julio pasado, y a recuperar la paz de mi espíritu y bajar significativamente mi nivel de estrés. Me despedí con la tranquilidad del deber cumplido.

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@clausdebuen

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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