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Por Claudia Pérez Atamoros
La música es irresistible para el alma. Por eso el alma sufre irresistiblemente. 
Pascal Quignard

Stephen Pinker  hizo arder Troya cuando escribió en su libro Cómo funciona la mente que “la música es como una golosina auditiva, una chuchería… que a diferencia del lenguaje… podría desaparecer de nuestra especie sin que el resto de nuestro estilo de vida variase, prácticamente, nada. La música parece ser una tecnología puramente hedonista, un cóctel de drogas recreativas que ingerimos por el oído para acumular de golpe todo un cúmulo de centros de placer”.

¡Zas! 

¿Podríamos entender la historia del mundo sin la música? ¡Por supuesto que no!  

Dice Joseph Carroll que la falta de música embrutece al ser humano. Incluso intuye que nos empobrece y reduce como seres humanos. Aunque el gusto y disfrute de la música no nos garantiza mejores sociedades.  Baste saber del gusto de Hitler por las obras de Wagner. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.