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Por Karla Daniela Alfaro
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En espíritu de unión, ¡Que comiencen los juegos! Después de 100 años, los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de verano regresan a uno de sus primeros hogares: París 2024 está por comenzar.

En las calles de París, poco a poco aparecen grandes carteles con las banderas olímpicas: más allá de los simples anuncios de publicidad en las calles que habían estado presentes por meses, se deja ver la bandera olímpica y paralímpica alzarse y mostrarse en los lugares más simbólicos de esta antigua ciudad. En contraste con el caos de la ciudad, las banderas blancas, sinónimo de la unión de naciones, comienzan a ondear y saludar a quien las percibe.

Desde sus orígenes en la antigua Grecia hasta la era moderna, los Juegos Olímpicos han sido mucho más que una mera competencia deportiva: han representado un entrelazamiento profundo con la humanidad, reflejando los valores más fundamentales y humanos encaminados al anhelo de una sociedad unida y esperanzada.

Los Juegos Olímpicos se remontan al siglo VIII a.C., cuando las antiguas polis griegas se reunían cada cuatro años en Olimpia para celebrar este evento. No solo eran una competición de habilidades atléticas, sino también un festival religioso y cultural que veneraba a los dioses y promovía la paz entre las ciudades-estado griegas. 

Algo a notar es que en aquel entonces, durante los juegos se proclamaba una tregua sagrada, la "ekecheiria", que suspendía temporalmente cualquier conflicto entre pueblos, permitiendo así la libre circulación de los atletas y espectadores. Aún en tiempos de guerra, la humanidad sobrepasaba y la unión se lograba.

Este ideal de la paz a través del deporte es una de las columnas más importantes de los valores olímpicos que han perdurado hasta hoy en día. Más allá de la complejidad socio-cultural y política del panorama en el que nos presentemos, los Juegos Olímpicos y Paralímpicos buscan la neutralidad, unión y orgullo de ver al ser humano descubrir nuevos límites de sus capacidades.

El Movimiento Olímpico moderno iniciado por Pierre de Coubertin en 1896 se fundamenta en tres valores esenciales: excelencia, amistad y respeto. Estos valores no solo buscaban el desarrollo físico y mental de los atletas, sino que también la creación de un mundo mejor y más pacífico a través del deporte.

En la era moderna, los Juegos Olímpicos han evolucionado hasta convertirse en un símbolo global de unidad y esperanza. En cada edición, millones de personas de todo el mundo se reúnen para celebrar no solo el deporte, sino también la diversidad y la humanidad compartida. En el caso de los juegos paralímpicos, este espíritu es convertido en algo más: la superación personal se lleva a niveles sobrehumanos y presentan ante el escenario la máxima expresión humana de lucha y perseverancia.

Este evento tiene la capacidad única de trascender las barreras geográficas, culturales y políticas, ofreciendo un espacio donde todos los países pueden participar en igualdad de condiciones.

Durante los Juegos, el mundo se detiene para ver a los atletas demostrar no sólo su destreza física, sino también su espíritu de perseverancia y resiliencia; las características más intrínsecas al ser humano. 

Las historias de los atletas que superan obstáculos personales y colectivos para alcanzar sus metas inspiran a millones, mostrando que, a pesar de nuestras diferencias, compartimos un deseo común de paz, justicia y progreso.

En nuestros tiempos de crisis global e incertidumbre, los Juegos Olímpicos adquieren un significado aún mayor: Se convierten en esperanza, demostrando que, a pesar de las dificultades, conflictos y tensión, es posible encontrar tiempo y motivos para celebrar y unirnos.

Una de las principales enseñanzas al momento de prepararse para formar parte del equipo que apoya el buen desarrollo y cumplimiento de cada uno de los elementos que componen la logística de los juegos, es aquella conducta descrita como “bienveillance”, traducida en español ligeramente como amabilidad. Una y otra vez es repetida como elemento esencial al marco y código de conducta esperado.

Sin embargo, en el escenario intencional, simboliza mucho más que eso: Significa el ver más allá de las diferencias, el buscar la conexión humana a cómo dé lugar, a estar listo para apoyar en cualquier situación y que en todo momento, saber que ser parte de comités organizadores de lo juegos conlleva la responsabilidad de poner los valores humanos en lo más alto.

Hoy en día, por las calles de París hay un burbujeante nerviosismo a las semanas venideras: una emoción palpable ante la fiesta que está por comenzar, la transformación que representa para la ciudad y la oportunidad de celebrar la unidad y el espíritu humano a través de los Juegos Olímpicos.

*Licenciada en estudios humanísticos y sociales.

Forma parte del grupo de voluntarios que estará apoyando a quienes participarán en la competencia olímpica en París 2024.

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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