Por Elia Avendaño Villafuerte
La coyuntura pre-electoral generó una discusión en redes sociales para cuestionar la identidad indígena de una Senadora de la República. Los parámetros enunciados incluyeron características físicas, como la apariencia, la forma de vestir o el tono de piel; culturales, como hablar una lengua indígena o tener determinadas costumbres; o su lugar de nacimiento.
Esos comentarios mostraron prejuicios internalizados y estereotipos que prejuzgan como "debe verse una mujer indígena". En realidad, según la Constitución Federal, la apariencia no es un requisito para definir una identidad cultural, más cuando en algunos países, la regla de "una gota de sangre" sigue como un mecanismo para identificar si una persona es indígena.
En México, la respuesta a esa pregunta es: la autoidentificación; es decir, será considerada indígena la persona que se asuma como tal. No es necesario demostrar la existencia de características biológicas, fenotípicas o particularidades como ascendencia, linaje, lengua materna, costumbres o tradiciones. La autodeclaración es suficiente como una manifestación de la responsabilidad de la persona que admite su pertenencia a un determinado pueblo o comunidad indígena. Este criterio, ha dado lugar a la usurpación de candidaturas derivadas de acciones afirmativas de inclusión en el ámbito electoral, debido a ello, se emitieron lineamientos para solicitar la "autoadscripción calificada"; al postular para un cargo de elección popular, se requiere demostrar el respaldo de su comunidad de pertenencia o residencia.
El reconocimiento personal de identidad y hablar una lengua indígena son criterios censales utilizados en 2020 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, para dar a conocer que el 20% de la población mexicana es indígena y el 6.1% todavía habla su lengua materna; más de la mitad de esa población son mujeres.
Sabemos la importancia que tiene proteger la integridad de las mujeres y niñas indígenas debido a que forman parte de un sector vulnerabilizado dentro de la sociedad, quienes con frecuencia son víctimas de violencia y racismo; su diversidad cultural se conjuga con desigualdad y discriminación estructural que les afecta de forma diferenciada por la intersección de factores que experimentan como el sexo, el género, el origen, la condición o la identidad indígenas, la raza, la discapacidad, la edad, el idioma, la situación socioeconómica, o el estado serológico respecto del VIH/sida, como lo consigna la Recomendación 39 de la CEDAW, (Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer) elementos que potencian situaciones de opresión.
Las diferenciaciones profundizan la exclusión y limitan la interlocución. Esa situación cambia cuando las mujeres indígenas se juntan, hacen alianzas y se organizan para realizar funciones esenciales de cuidado, partería o comercio que siguen mayormente feminizadas.
En muchos aspectos hace falta apreciar sus fortalezas, las mujeres indígenas representan las raíces de las estructuras comunitarias, conocen y reproducen conocimientos tradicionales relacionados con su filosofía, la protección de su territorio y recursos naturales. Construyen comunidad y suplen con su actuar, muchas funciones del Estado en los ámbitos de salud, educación y preservación de sus expresiones culturales, como el idioma, el patrimonio cultural inmaterial, las artes del espectáculo, los usos sociales, rituales y festivos, las técnicas artesanales, etc.
Además las mujeres indígenas tienen agencia para ejercer sus derechos, liderazgo en organizaciones sociales y ocupan posiciones de poder, en parte como resultado de las reformas constitucionales de paridad. Con mayor frecuencia están presentes en espacios de visibilidad pública, como intelectuales, cineastas, intérpretes, abogadas, o magistradas, por nombrar algunas.
La identidad cultural es un ámbito complejo, para su determinación convergen aspectos subjetivos y objetivos, en la actualidad es un estandarte político para dar visibilidad a los pueblos originarios. La identidad no puede ser atribuida, es una decisión personal o colectiva.
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